Cuando Algeciras se escindió de San Roque, por cédula de 9 de febrero de 1755, los regidores se reunían donde buenamente podían. Aranda y Quiles describen en el núm.10 de Almoraima (hay un resumen en AEPA 2015), el proyecto del arquitecto salmantino Amadeo Rodríguez para la Casa Consistorial. Los autores citan obras como la conocida "Algeciras" (1969) de Cristóbal Delgado o la "Guía Escolar de Algeciras" (1985) de A. Torremocha y F. Humanes, pero no lo hacen con dos referencias fundamentales: la "Historia de Algeciras" de Pérez-Petinto (1944) y el "Antiguo y Moderno Algeciras"(1901) de Emilio Santacana, de las que, en definitiva, nos hemos servido todos.

Se asiste a través de estas obras, sobre todo de la de Pérez-Petinto, a la confusión inicial y al escaso presupuesto. No está claro ni siquiera quién fue el primer alcalde, aunque se asume (oficialmente) que lo sería Felipe Antonio Badillo, cuyo nombre se le da al primer tramo de la calle Rio. No pocas vueltas y revueltas en sus asientos y asentamientos dieron alcaldes y regidores durante bastante tiempo. Pudo haber sido en la Plaza Alta, pero acabó siendo en la calle del Convento, donde se construyó, con gran esfuerzo, la Alcaldía entre 1892 y 1897, y tanto al empezar como al terminar era alcalde Rafael de Muro. Cuando se celebró la Conferencia de Algeciras (1906), Emilio Santacana propuso y se aprobó que la hasta entonces calle Sacramento pasara a denominarse con el nombre de aquel alcalde banquero que inauguró el edificio de la Alcaldía, que presidió el Consistorio en tres ocasiones y que murió ahogado en el mar en circunstancias nunca aclaradas.

Que en Algeciras el ayuntamiento no esté, como en la mayoría de las ciudades, dando cara a una plaza, ha complicado a Javier Ortega su compartido proyecto de hacer que la guitarra de Paco de Lucía suene entre campanas. En nuestra plaza mayor, en vez de ayuntamiento hay dos iglesias y eso ha complicado las cosas. Ortega puede estar satisfecho de su tenaz y espléndido empeño. Y contento, como lo estamos todos, porque ahora nadie podrá objetarle lo más mínimo. El ayuntamiento acoge, gracias a Ortega, la vieja idea que pasó en su día por la mente de Victoriano Mera, compadre de Paco, por la de José Luis Pavón, Relojero Mayor e Hijo Adoptivo de la ciudad, y por la de algunos otros. Porque la verdad es que en el proyecto de Javier hay una lasquita del corazón de cada uno de los especialitos.

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