Jaurías

La forma de actuar de la jauría se ha convertido en un nuevo patrón de conducta

Una de las conclusiones más inquietantes de lo que hemos vivido en estos últimos meses es que la forma de actuar de la jauría -el ataque en grupo bajo la protección del anonimato- se ha convertido en un nuevo patrón de conducta. Sabemos por los zoólogos que los lobos cazan en manadas, pero los lobos domesticados que se convirtieron en perros de compañía abandonaron esos hábitos de conducta y aprendieron a actuar por cuenta propia. A los seres humanos nos pasó más o menos lo mismo: la civilización es el proceso evolutivo por el cual cada uno de nosotros, con plena libertad individual, ha aprendido a asumir las consecuencias de sus actos actuando a cara descubierta. Sin refugiarse en la violencia cobarde de los demás. Y asumiendo que hay una normas que nos obligan a todos por igual, justamente para evitar que se impongan los más fuertes o los más crueles o los más ricos. La Justicia no es más que eso, por mucho que nos desagraden a veces sus veredictos.

Pues bien, parece que estamos viviendo un inquietante fenómeno regresivo, que no sólo se ha puesto de manifiesto en la atroz forma de comportarse de los miembros de la Manada, sino también en muchas de las reacciones colectivas a la sentencia que los ha condenado. Por supuesto que uno puede discrepar de la sentencia, pero exigir que se inhabilite a los jueces o incluso intentar asaltar el palacio de Justicia son muestras de un comportamiento inquietante que recuerda demasiado a una jauría. Y hay muchos más. En algunas webs se ha revelado -incluso con fotos- la identidad de la víctima de la Manada. Y en las redes sociales ya se está convirtiendo en una práctica habitual que se difundan los datos personales -con foto, dirección y lugar de residencia- de las personas que resultan incómodas por sus opiniones o por sus actos.

¿Qué nos está pasando? Si aceptamos la forma de actuar de las jaurías en cualquier plataforma digital, estamos instaurando una justicia paralela que de hecho nos va a convertir en una sociedad totalitaria en la que nadie se atreverá a decir ni a hacer nada que pueda molestar a alguien. Y si esto sigue así, seremos la primera sociedad en la historia que se dirija por propia voluntad, y justamente en nombre de la libertad personal, hacia la creación de una distopía en la que todos, hayamos hecho lo que hayamos hecho, podremos ser considerados culpables.

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