Insulae Viridis

El obispo no actúa por mala fe sino porque desconoce la ciudad y lo que significa Pacode Lucía para sus habitantes

El 30 de abril de 1344, tras reconquistar Alfonso XI la ciudad, se dicta por el Papa Clemente VI la bula Gaudemus et Exaltamus, por la que se erige la Diócesis de Algeciras (Aliezira en italiano, e Insulae Viridis, en latín) declarando Catedral de Santa María de la Palma la hasta entonces mezquita. La diócesis, por la destrucción posterior de la ciudad, se traslada a Cádiz, denominándose Gadicencis et Insulae Viridis. Desde entonces y hasta 1933, cada obispo que fue nombrado, lo era de Cádiz-Algeciras.

Hoy ya no tenemos Obispo de Algeciras.

Así, se ha propuesto por una serie de ciudadanos que sonaran las campanas de La Palma, antes del tañer del mediodía, con los acordes de Entre dos aguas, lo cual en mi opinión, es del máximo agrado de los algecireños, en lo estético y en lo emocional.

El homenaje que supone esta brillante iniciativa es más que merecido, es precioso, y para nada atenta ni contra la dignidad de la iglesia, ni contra el valor cultural del edificio. Todo lo contrario, lo enriquece y singulariza aún más, y no con cualquier tonadilla, sino con los geniales, bellísimos y universales sonidos compuestos por Paco, himno para sus paisanos.

Pero el actual obispo no piensa lo mismo y ha denegado el permiso. Habría que recordarle que en 2008 y 2010, siendo Arzobispo de Buenos Aires un tal Jorge Mario Bergoglio, se autoriza la celebración de los llamados Conciertos de Campanas, repicando las campanas de múltiples iglesias bonaerenses, en coordinada y laica melodía. Ello sucede en otros múltiples templos, donde suenan característicos acordes, distintos a los que marcan la hora, o llaman a la Eucaristía. Al ahora Papa Francisco no debió parecerle que con ello se alterase el carácter religioso de los templos, ni su carácter histórico a conservar, como argumenta la negativa episcopal. Al contrario, con ello, se funde e identifica, pueblo e Iglesia.

No creo que el obispo deniegue el permiso por mala fe ni mucho menos, sino porque desconoce la ciudad y lo que significa Paco para sus habitantes, simplemente.

Esto quizá sea una anécdota, pero el escenario es similar al que nos sucede, reiteradamente en otros planos más trascendentes. Se toman decisiones que nos afectan y perjudican, y se toman casi siempre desde fuera, sin que los que nos representen alcen la voz frente a ello, salvo cuando la toma el partido contrario, eso sí, quejándose entonces con fidelidad al partido, que no a sus votantes.

Es hermoso escuchar Entre dos aguas, pero es difícil navegar así.

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