En un recóndito lugar de nuestro corazón, guardamos el cariñoso recuerdo de algún profesor de nuestra infancia y adolescencia que fue decisivo en nuestro desarrollo personal. Todos recordamos a aquel hombre o mujer que supo descubrir ese diamante en bruto que todos llevamos en nuestro interior y nos animó a pulirlo y ponerlo en valor, para nosotros mismos y para los demás. Con ellos descubrimos la fuerza de la literatura, la exactitud de la geometría, la belleza de las matemáticas o el éxtasis de la música, haciendo de los saberes humanos una poderosa llamada, a la que precisamente por eso, llamamos vocación. Guardamos una deuda imborrable con los que honraron la palabra maestro, una de las más bellas del diccionario, no sólo enseñando delante de una humilde pizarra, sino influyendo también en la formación de nuestro carácter, preparándonos de paso, para la vida.

El pasado lunes, cumplió 91 años el intelectual andaluz más importante en la actualidad. Es el filósofo sevillano Emilio Lledó y su conocimiento de la condición humana que nace de la profunda búsqueda en su interior, sigue alumbrando mediante su obra, la oscuridad y el desconcierto de este tiempo farragoso que nos ha tocado en suerte. Emilio cambió de niño su Triana natal por el Vicálvaro madrileño y allí, en la humildad de un colegio público de barrio obrero, encontró a don Francisco que le inculcó la pasión por la lectura y la curiosidad intelectual. Una vez terminada la carrera de Filosofía y mediante las becas con las que pudo estudiar, llegó a Alemania, la cuna de los grandes filósofos y allí se convirtió en profesor. Ha enseñado en universidades y rindió a don Francisco el mejor homenaje que hubiera deseado: convertirse él mismo en maestro de los filósofos de varias generaciones. A todos les ha enseñado que la libertad y la educación son las mejores palancas para transformar la sociedad. Si, como dejó dicho el evangelista Mateo, de la abundancia del corazón, habla la boca, de la de don Emilio Lledó y su docta pluma han quedado abundantes testimonios. Aquí les doy un aperitivo: "Somos naturaleza, pero al mismo tiempo los seres humanos inventamos otros principios fundamentales parecidos al agua, al aire, al fuego, a la tierra. Esos principios son: la justicia, el bien, la verdad y la belleza. Esos son nuestros tesoros, esa es la cultura. Ahí está el camino". Si les gustó el aperitivo, dense ustedes un festín, leyendo a don Emilio. Altamente recomendable.

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