Incierta gloria

Vemos las cosas tan en blanco y negro que no admitimos que hubo muchos republicanos que querían ir a misa

Estos días se ha estrenado la película Incierta gloria, de Agustí Villaronga, que está basada en una novela de Joan Sales, un autor catalán que nunca alcanzó en vida un gran renombre (murió en 1983) porque era un escritor muy raro y difícil de encasillar: fue oficial del Ejército republicano durante la Guerra Civil, pero también era cristiano -fervorosamente cristiano- y, encima, fue nacionalista catalán, aunque criticaba muchas de las prácticas de los nacionalistas que le parecían estúpidas. Su novela trata de la Guerra Civil vista desde una perspectiva que casi nadie ha tratado porque sus personajes no se mueven por motivos ideológicos sino puramente existenciales.

Durante la Guerra Civil, Joan Sales le escribió muchas cartas desde el frente a su amigo el poeta Màrius Torres. Y en esas cartas Sales contaba cosas muy curiosas. Por ejemplo, que la noche de Navidad de 1937, en el pequeño pueblo de Teruel donde estaba destacada su unidad -la 130 Brigada Mixta-, los oficiales que se reunieron a cenar llegaron a la conclusión de que les apetecía mucho celebrar una misa, cosa imposible porque en el lado republicano no había sacerdotes (de hecho, casi los habían matado a todos). Pero Sales decía que el jefe de su brigada era cristiano, igual que el comandante y que él mismo (teniente en aquel momento), e igual que otros muchos oficiales y soldados. Y en estas circunstancias, lo normal sería celebrar una misa de Navidad. Esos oficiales, que conste, no eran rabanitos, rojos por fuera pero blancos por dentro; es decir, fascistas camuflados de republicanos. Muy al contrario, eran oficiales valientes que creían en la República y murieron por ella (esa brigada tuvo un altísimo número de oficiales caídos en combate). Pero eso no evitaba que muchos de ellos quisieran tener su misa de Navidad.

Estamos tan acostumbrados a ver las cosas en blanco y negro -divididas en dos bloques ideológicos irreconciliables- que a nadie se le puede ocurrir que hubiera oficiales republicanos que quisieran asistir a una misa. Pero los hubo, y muchos, porque el caso de Joan Sales no fue un caso aislado. Y aun así, nosotros, sus herederos que no sabemos ya nada de la guerra, nos empeñamos en tomarnos las cosas con un tosco dogmatismo que muchos de ellos no tuvieron. Me pregunto qué dirían de nosotros si pudieran vernos.

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