Incapacidad e ignorancia

Nada más icónico que un astronauta al timón de la administración de la ciencia y el conocimiento

Los partidos de izquierda -cuanto más a la izquierda se acusa más- no suelen abusar de la brillantez para adornar el ser de sus actores en la cosa pública. Tampoco se esfuerzan mucho en buscar afinidades y destrezas en las personas, en consonancia con los cargos para los que son designados. Es un viejo proceder que ha llevado a niveles más que regulares de responsabilidad, a verdaderas calamidades. No es que esto sea necesariamente consecuencia de aquello, pero ayuda cantidad. En los tiempos aciagos de Rodríguez Zapatero, se vieron, en el sentido señalado, verdaderos logros. Había ministros (y ministras), que podían ejemplarizar el analfabetismo funcional, que es un tipo de analfabetismo asintomático que pasa desapercibido para el gran público, pero que suele percibirse con facilidad en la corta distancia, en las acciones y en las actuaciones de los portadores. Recuerdo cómo un político socialista al que veía a menudo, me hablaba con entusiasmo del sentido común, manido recurso para justificar las carencias de quien se supone que lo posee; que es mucho suponer, porque como advierte el decir popular: es el menos común de los sentidos.

Nunca entonces cabía imaginar un empeoramiento del personal de puente, en la nave del Estado. Ahora ya, vemos que es posible mejorar el nivel de ignorancia y de incapacidad en el servicio. Nada más icónico que un astronauta al timón de la administración de la ciencia y el conocimiento o un empleado de tienda, maestro de niños, con dos o tres meses de ejercicio, al frente del fomento nacional de obras y construcciones civiles. No es posible encajar más ni peor la capacidad adaptativa de la especie humana; siendo, como es, fruto de decisiones meditadas.

Quería yo llegar a extender los conceptos de incapacidad e ignorancia más allá de lo evidente; porque, insisto, puede darse funcionalmente, de modo asintomático e incluso en personas que han pasado por la decrépita universidad que padecemos. Pero por sus obras los conoceréis y he ahí que sus obras afloran. No me da de sí el espacio disponible para referirme a tanto como debiera escribir en esta ocasión, así que continuaré en una próxima entrega para descender a un detalle, el de los recortes en la enseñanza de la matemática en Secundaria. Mucho tiene que ver en ello la inopia reinante, pero conviene que el dislate se concrete, para que podamos hacernos una idea de por dónde va a caminar el futuro de España.

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