Desde mi pupitre

¡In-de-pen-den-cia!

El catalanismo cultural de entonces, burgués y conservador, apoyó el golpe de Estado de Primo de Rivera

Hubo un largo tiempo en que el Sur miraba a Cataluña con admiración y envidia. Punto de llegada de muchos emigrantes a los que la injusticia social, el caciquismo y el subdesarrollo echaban a patadas de su propia tierra. Vanguardia de la vieja España en la joven Europa del Mercado Común, de las libertades y de un estado del bienestar que queríamos que fuera el nuestro. El territorio del acuerdo, a base de quitar fronteras y de ceder soberanías particulares en favor de un proyecto comunitario ilusionante.

Ahora, quizás, no. Hoy, Cataluña suena a confrontación, a desencuentro social, a quiebra de la convivencia. A matraca secesionista a base de una singularidad cultural incuestionable y de un discurso identitario basado, en el porcentaje que ustedes quieran, de pasado real y de historia manipulada. Ahora, en Cataluña, no gobierna nadie porque el debate en el Govern está en si proclamarse unilateralmente independientes o no. Y cuándo. En cómo levantar murallas, contra corriente. Mientras todos los índices económicos evidencian el fracaso de sus gestores, desde la terrible secuela de la Covid al descenso de la inversión exterior, el mantenimiento del tejido industrial o la pérdida de posiciones en la clasificación de crecimiento del PIB, mientras que desde la Generalitat se difunden discursos triunfalistas sin base.

Como bien saben, el general Miguel Primo de Rivera encabezó el primer golpe de Estado exitoso del siglo XX en España. El catalanismo cultural de entonces, burgués y conservador, lo apoyó. Poco después, todo cambió, dada la orientación anticatalanista del Directorio Militar.

Según el diplomático e historiador israelí Shlomo Ben Ami (Fascism from above: Dictatorship of Primo de Rivera in Spain, 1923-30), el golpe del capitán general de Cataluña estuvo arropado por el nacionalismo catalán, el de la Lliga de Cambó, porque representaba dos principios que compartían: la "política de orden" y la promesa de la elevación de aranceles que protegieran su industria regional. Cambó, defensor de fórmulas de autogobierno catalán basado en un estatuto de autonomía, era un señor muy de derechas, partidario de una política de mano dura en el clima de agitación obrera de la época de la crisis de 1917 y del trienio bolchevique. Millonario y presidente de la Compañía Hispano-Americana de Electricidad, quería acabar con el pistolerismo.

El independentismo de Francesc Macià y su Estat Català, precursor de ERC, estuvo contra el dictador desde el primer momento, impulsando una alucinante invasión desde Francia en 1926 para proclamar la República Catalana. Para ello recabó el apoyo del gobierno soviético y de la Komintern. La CUP, los CDR y el resto de la sopa de siglas vinieron después, hace apenas un rato.

Hoy, el Norte ha perdido el Norte y el Sur mira hacia allá con pena.

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