Tierra de palabras

Impermanencia

Diez años después el dolor del corazón es llevadero, y su voz y su risa el tiempo no ha logrado extinguirlas

Escribo de lo que mejor conozco, de las estelas de luz y sombra que va dejando la vida. Es por ello que hoy es una fecha que no puedo pasar por alto. Hace ahora diez años, una parte de lo más puro de mi esencia dejó de habitarme y ni siquiera intenté hacer nada por volver a recuperarla porque el simple hecho de imaginar que volviera a mí ya era imposible. Es más, estoicamente acepté la pérdida y desde entonces vivo mutilada porque nada humano encontré que laborara en esta honda ausencia. Nunca nadie se atrevió a hurgar conmigo tan hondo, ya fuese por respeto o por miedo, y a mí se me fue apaciguando poco a poco el deseo de intentarlo. Ni los espejismos pasajeros de oasis imaginarios cuando la sed aprieta me salvaron. Ahora no hay sed, pero tampoco hay desierto. Ahora, el solitario lago que habito está en calma y claro.

Dura es la costura de la herida; cerrada. Sigue ahí para recordarme que fue real lo que mi fantasía podría llegar a convertir en sueño. Diez años después el dolor del corazón es llevadero, y su voz y su risa el tiempo no ha conseguido extinguirlas. También sé que si pudiese seguir tocando su voz y su risa mi vida sería otra: acomodada en el suave balanceo de un amor verdadero, seguiría siendo la eterna anfitriona de las fiestas, la incansable danzarina de las pistas de baile, el ebrio canal de la poesía a altas horas para un público selecto que aguardaba los primeros rayos del día que nos aseguraban que después de la gran noche habría un mañana.

Si algo echo de menos de aquella vida es la franqueza de su mirada que tan cristalina no he vuelto a encontrar en otros ojos. Y también dejé muchas cosas que ya no necesito. Me hice mayor y perdí la espontánea ilusión que me nacía de querer cambiar el mundo; ahora intento adecentar el trozo de parcela en el que vivo, quitar la mala hierba y dejar florecer color y aroma. Plantar consuelo para que se alimenten de él los que cerca lo necesitan como también me dieron a mí de comer cuando lo necesitaba. Dejé a muchos amigos, también me dejaron y me quedan pocas ganas de hacer otros. Me acompañan la brisa del jardín, los libros, mi perra y los pájaros.

Si no conseguí llegar antes donde ahora me encuentro es porque estaba muy ocupada aprendiendo a amar y ser amada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios