Imágenes como dioses

Algunos sevillanos aseguran con sorna que la verdadera Virgen es La Macarena; las demás son advocaciones

Con frecuencia acudo a un mercadillo permanente, gerenciado por personas que han conseguido vencer graves dependencias, situado cerca de mi casa madrileña. Está en uno de los tres ambientes vecinales en los que desde hace muchos años transcurre mi vida. El de Algeciras es, con la comarca de la que forma parte, el que más se significa en mis ensoñaciones e incluso en mis vivencias. En el del madrileño barrio de Chamartín -el Real Madrid es el equipo del barrio- es donde más trabajo. Y en el de un pueblo de la sierra de Guadarrama, Becerril, próximo a Madrid y cercano al puerto de Navacerrada, es en el que mejor noto el paso del tiempo.

Al frente del mercadillo, está ahora Omer, un joven esloveno que se expresa en español sin la menor dificultad. Antes estuvo Javier, un jerezano con el que pude hablar de muchas cosas, y entre aquel y éste, Diego, un gitano de Badajoz, listo como el hambre, que da la talla en cualquier frente dialéctico. Todos ellos han sufrido experiencias que marcan para siempre y ahora están acogidos por una de las iglesias del movimiento evangélico. A Diego, que seguramente volverá de nuevo, le echo de menos más que a otros. Un día cogí un rosario, que estaba en una mesa y se ofrecía, como todo lo demás, en venta y le pregunté su parecer. No había en mí una intención religiosa sino una curiosidad estética. En consonancia con su fe religiosa, Diego me explicó que a ellos no les gustaban las imágenes porque se acaba fijando en ellas la devoción.

Este gitano extremeño que padeció en su primera juventud, las miserias de la naturaleza humana y que es ahora uno de esos pocos que convierten su vida en una donación, poniéndola al servicio de los demás, me recordó las servidumbres paganas en las que caemos los católicos dando a las imágenes un valor en sí mismas. Cuando veo esos bastones de mando de los alcaldes, en los tronos religiosos; o esas bandas militares ceñidas en las advocaciones marianas; siento cómo toda esa parafernalia de la confusión sume al personal en la idolatría. Refiriéndose a la patrona de Algeciras, alguien dijo, en un momento solemne, que los que en la playa de El Rinconcillo asisten a la romería marítima debían después acercarse a las calles del centro, a la procesión, para ver a la verdadera Virgen de La Palma. Es como cuando algunos sevillanos aseguran con sorna -eso espero- que la verdadera Virgen es La Macarena; que las demás son advocaciones.

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