Las noticias nos lo advierten: se eleva el número de mujeres que pierden su capacidad instintiva abandonando su estado de alerta y convirtiéndose fácilmente en presas para sus depredadores. No habrá tregua para que nuestra naturaleza femenina descanse tranquila, viaje a oscuras sola y sin temor, diga "NO" y se la respete, denuncie y sea cuidada, quiera abandonar el hogar y crear otra nueva vida sin que el filo de la navaja permanezca en la sombra…

Cuando el dolor de mis hermanas terrícolas me traspasa, suelo refugiarme en la lectura de Clarissa Pinkola y sus arquetipos femeninos elaborados a través de los cuentos. Y volviéndola a leer, como un sanador mantra al que recurrir buscando asentamiento interior y calma, identifico cuáles son las trampas, las jaulas y los cebos envenenados: "La pérdida del instinto sigue una pauta muy concreta. Es importante estudiar esta pauta e incluso aprenderla de memoria para poder conservar los tesoros de nuestra naturaleza básica y también la de nuestras hijas. En los bosques psíquicos hay muchas trampas de hierro oxidado escondidas bajo las verdes hojas del suelo. Podemos ser víctimas de varios engaños y en el interior de un cebo de aspecto agradable se esconda algo muy afilado, algo que mata nuestro espíritu en cuanto lo mordemos. Muchas situaciones nos hacen correr el peligro de acercarnos a unos objetivos que no son sólidos ni duraderos. Cualquiera que sea el lugar donde viven o el momento en el que viven, siempre hay jaulas esperando; unas vidas demasiado pequeñas hacia las cuales las mujeres se pueden sentir atraídas o empujadas. Hay algunas mujeres que se apartan de las trampas en el último momento y solo sufren algún que otro pequeño desperfecto, son muchas más las que caen en ellas inadvertidamente y pierden momentáneamente el conocimiento mientras que otras quedan destrozadas y otras consiguen liberarse y se arrastran hasta una cueva para poder lamerse a solas las heridas.

Para evitar las celadas y tentaciones con que tropieza una mujer que se ha pasado mucho tiempo capturada y hambrienta, tenemos que ser capaces de verlas por adelantado y esquivarlas. Tenemos que reconstruir nuestra perspicacia y nuestra cautela. Tenemos que aprender a virar. Tenemos que distinguir las vueltas acertadas y las equivocadas. Incluso tras haber sido heridas, incluso cuando nos encontramos todavía en situación de cautividad, podemos recuperar nuestras vidas creando estructuras éticas y protectoras que nos ayuden a conseguir las herramientas para medir en qué momento algo es excesivo".

Que así sea.

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