Tribuna

José Ignacio Landaluce

Alcalde de Algeciras

Huellas imborrables

En los últimos días, Algeciras se ha visto sacudida constantemente por las noticias de la pérdida de personas que han trabajado y contribuido para hacer más grande esta ciudad

Huellas imborrables.

Huellas imborrables. / Dani Rosell

El escritor escocés David Harkins dio forma en los años 80 del siglo pasado a una hermosa creación en forma de poema, que se ha convertido a nivel mundial en una hermosa carta de despedida que se dirige a un ser querido cuando éste inicia el viaje eterno, dejando en nuestros corazones huecos imposibles de llenar, por mucho que transcurra el tiempo.

Dice ese poema que “puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido”. A veces es difícil de entender esa antítesis, esos sentimientos absolutamente contradictorios, pero que al mismo tiempo reflejan lo que ha podido ser para cada uno de nosotros habernos convertido en protagonistas o actores en la existencia de otros.

En los últimos días, Algeciras se ha visto sacudida constantemente por las noticias de la pérdida de personas que, en sus distintos ámbitos de actuación, han trabajado y contribuido para hacer más grande esta ciudad. Y vaya por delante mi más absoluto respeto y el abrazo más sincero y afectuoso para todas y cada una de las familias de los algecireños, ya sean de nacimiento, de adopción o de convicción, que dolorosamente nos han dejado no solo a lo largo de estas semanas, sino en cualquier momento.

Todos son iguales, pero es obvio que en determinados estamentos de la sociedad, algunas pérdidas se sienten de manera especial, más aún cuando han sido ejemplos de honestidad, de profesionalidad, de buen hacer, pero sobre todo, de humanidad.

Traigo en estas líneas al recuerdo colectivo los ejemplos de Pablo Sáenz de Tejada, profesional sanitario de envergadura, uno de esos practicantes de toda la vida que tanto bien hizo con aquellas visitas domiciliarias en las que las inyecciones y las curas estaban a la orden del día, y que luego dejó constancia de ello formando parte de la plantilla del hospital Punta de Europa.

Lo mismo ocurrió con dos excelentes médicos que se han ido de nuestro lado en cuestión de pocos días: los doctores José Rodríguez Santamaría, destacado cirujano, y el ginecólogo José Juan Rivera Martínez. Por sus manos pasaron varias generaciones de algecireños, en unos tiempos en los que los facultativos escaseaban en la ciudad, por lo que el trabajo se multiplicaba, a costa muchas veces de sacrificar el tiempo destinado a sus familias.

Tampoco olvidamos, ni olvidaremos, a quien fuese cronista oficial de la ciudad, Luis Alberto del Castillo Navarro, referente del mundo cultural y del estamento académico algecireño, siempre dispuesto a colaborar en cuantos proyectos le fuesen requeridos.

Y como Ayuntamiento, hay otras dos pérdidas más que nos han afectado de manera directa en estas aciagas jornadas que nos está tocando vivir. Me refiero a Juan Gandiaga Chaves y a Juan de Dios Regordán Domínguez, quienes fueron integrantes de la Corporación municipal en distintos mandatos corporativos, y con los que tuve el honor de compartir tanto bancada como responsabilidades de gobierno.

Juan Gandiaga fue siempre uno de los grandes pìlares del deporte local, especialmente de su gran pasión, el fútbol, a través su amada Unión Deportiva Pastores y sobre todo, del Algeciras Club de Fútbol. Durante cuatro años ejerció como delegado de Vías y Obras y recorrió la ciudad de norte a sur y de este a oeste intentando aportar su granito de arena para mejorar la tierra que le vio nacer.

De Juan de Dios Regordán poco hay que decir que no se haya hecho ya. Su caminar por este mundo puede resumirse a la perfección en la frase de Antonio Machado: fue un buen hombre y un hombre bueno, comprometido siempre con las causas que consideraba justas y con los más necesitados, lo que centró una inmensa parte de su labor como responsable municipal de Asuntos Sociales.

Perdiéndoles, Algeciras, enjugada en lágrimas, ha dicho adiós a personas que fueron parte importante de su historia moderna. Es obvio que no podemos ponernos al nivel de sus seres queridos más cercanos, que son quienes realmente sufren en carne propia el desgarro causado por la muerte, pero entre las muchas virtudes que atesora esta bendita tierra y su gente está la de la gratitud, la del agradecimiento verdadero, sentido y duradero, por quienes de una manera u de otra, han contribuido al engrandecimiento de esta tierra, dejando huellas imborrables en un camino por el que hemos de seguir transitando.

El poema de Harkins a la persona que se va finaliza así: “Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda, o puedes hacer lo que a ella le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir”. Particularmente, me quedo con estas palabras, porque todos ellos quieren que sigamos, y lo hagamos por Algeciras y por los algecireños. Y tengo claro que así será, porque se lo debemos.

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