Honor a su nombre

Casado está teniendo una larguísima luna de hiel poselectoral, que va a enlazar con una nueva campaña

Los chistes con los apellidos tienen menos gracia porque el portador del apellido está agotado de oírlos cuando nosotros nos creemos superingeniosos por gastarles la broma a bote pronto. ¿Cuántas veces habrá oído Pablo Iglesias lo de Pablo Mezquitas, pobrecillo? Yo trato de sortearlos, pero me hizo gracia el chiste viral que trataba de explicar el fracaso de las tres derechas por el apellido del líder del PP: "¿Cuándo se ha visto que un Casado mande algo?". Como excusa de mi risa pensé que me reía de mí mismo, felizmente mandado, digo, casado.

Sin embargo, tras las elecciones, he empezado a ver que el chiste, en lo que no era chiste, también tenía gracia. Esa negación suya de su giro a la derecha antes de que el gallo cantase tres veces no le quedó a Casado nada gallarda. Ni inteligente, porque ya había bastantes votantes de Vox dudando si no podían haber votado al de imitación para eso de unir fuerzas. El hecho de que Casado renegase de su cambio a las primeras de cambio reafirmó a los de derechas. Tanta torpeza estratégica, según me dicen, se la habían impuesto las circunstancias interiores del Partido Popular. Como aquel otro chiste del único que se puso en la fila de "maridos que mandan en su casa" y que, cuando le preguntaron por qué, contestó: "Me lo ha dicho mi mujer".

El palo de las urnas había sido tan inesperado (a pesar de todas las encuestas, paradójicamente) que se entiende y se perdona una cierta desorientación en los primeros días de la luna de hiel electoral. Lo malo es que Casado sigue siendo dócil y obediente, haciendo honor a su nombre, indisolublemente. ¿No ha perdido una ocasión de oro decirle a Pedro Sánchez que él, hasta las consultas con el Rey, como mandan los cánones, no iba a ninguna previa con nadie y menos en La Moncloa? Si acaso, por teléfono o en Ferraz o en el Congreso. Hubiese sido un gesto audaz, de no casarse con nadie, en plan soltero.

No habría perdido nada, porque Sánchez lo llama por el gusto de que él vaya, y habría ganado de un golpe tres méritos casi contrapuestos. Un punto rebelde e inconformista, respondón, que empieza a hacerle mucha falta; a la vez, un perfil institucional y serio, por resguardar el turno de la Corona; y, encima, a Rivera lo habría dejado en una posición incómoda: o caer del lado de Sánchez e ir; o caer del de Casado y no ir. Pero Casado no ha caído y fue de primeras, diligente, solícito, conyugal.

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