Tierra de palabras

Hecha a mano

Ana forma parte de la historia de Algeciras. Hizo suya la calle estando en su pequeño puesto de artesanía

El oficio de Ana Nadal fue la artesanía; si tuviésemos que destacar alguna de sus obras, la más importante, sin duda, fue hacerse a sí misma.

Me lo decía mi querida Carmela: qué forma más extraña de despedir a los nuestros, a tantos referentes de la comarca, en estos momentos de restricciones. Aunque estemos haciendo nuestras vidas en esta llamada nueva normalidad, honestamente, qué poco de normal tiene todo. Aprendimos a vivir confinados y nos van llegando las noticias con cuentagotas. Ahora son las redes sociales las que se suelen encargar de difundirlas; el problema es que hace tiempo que dejé de formar parte de ellas y pudiese dar la sensación de que dejé de estar informada. Muchas son las veces que lo agradezco y más en estas ocasiones porque la más amable forma de enterarte de tristes noticias como esta es que una buena amiga venga a casa a contártela. Y aunque no pudimos abrazarnos, la mirada ya nos consoló, y mucho.

Cuando conocí a Ana se quedaba por teléfono, los de cabina o los de casa, y conquistábamos plazas y parques, bares, conciertos y muchas madrugadas. Ana para mí fue un referente, fue la gran artesana de Algeciras por excelencia, aportando carisma al engranaje colectivo de la sociedad y la cultura algecireña. Porque para ser como ella, había que tener mucho arte.

Lo primero que nos unió fue la música. Su pareja de entonces y padre de sus hijos, Ricardo, tocaba en un grupo donde también lo hacía uno de mis compañeros de instituto. Así que en cada concierto que tenían por aquí cerca pasaban a buscarme y allí que nos íbamos acompañando a la banda. Era en esos ratos donde las dos bailábamos y también charlábamos de nuestras cosas y es ahí, con el roce, donde comencé a descubrir a una mujer con una ideología cañera, un revulsivo para mi corta edad de entonces. Divinos tesoros de juventud que conocí con ella.

Ana forma parte de la historia de Algeciras. Hizo suya la calle con su rotunda presencia en su pequeño puesto de artesanía. Después, cuando mudó a sedentaria, su tienda fue un referente para el estilo de los que compartimos época con ella.

Llegará su despedida cuando este desarraigo involuntario haya acabado; un emotivo encuentro en el que podamos abrazarnos en su nombre, hablar de ella, ver crecidos a sus hijos y consolarlos, reírla y llorarla…

Gracias por estar hecha a mano, Ana. Dejaste huella y memoria colectiva.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios