Hacedores de islas

La pandemia nos ha robado vida y nos ha quitado el humor. Estamos cansados y cabreados

Escribir es el mejor método para ponerse a pensar en aquello que nos rodea, al igual que leer nos construye por dentro y escuchar música nos acerca a lo incomprensible. Los humanos somos contadores de historias, unas imaginadas y otras vividas, pero todas nos definen. Y siendo ello algo consustancial a nosotros, describir, opinar o reflexionar sobre cualquier asunto era relativamente fácil hasta que llegó la pandemia. Bastaba con asomarse a la vida, que ésta nos ofrecía temas en abundancia para escribir, contar, silbar o bailar. Pero desde que estalló el drama, cualquier cosa que no sea repetir lo que ya sabemos, resulta banal. El coronavirus no sólo ha reducido nuestro mundo al tamaño de nuestras habitaciones; lo peor es que nos ha convertido en monotemáticos: Ya sólo hablamos del C-19 y cualquier conversación nos lleva irremediablemente a sacar al experto en pandemias que todos llevábamos dentro sin saberlo. Ya sea sobre política, futbol, sentimientos o fantasías futuristas, siempre volvemos a los lugares comunes. O es culpa del gobierno o de Ayuso. Fuera o no penalti, el futbol no es lo mismo sin público. El fin del mundo comenzó en China o todo se trata de un ardid de las farmacéuticas; el caso es que salirse del tema es complicado para todos menos para los participantes de La isla de las tentaciones que parecen ser los únicos que viven aislados más allá de su perímetro, quizás de ahí su éxito.

La pandemia nos ha robado vida y nos ha quitado el humor. Estamos cansados y cabreados, y desde el enfado es complicado entretener porque nadie desea la compañía de los infelices. Pero ahora mismo encontrar asuntos que transiten de la mano del optimismo y la alegría no existen, y si algún afortunado ve razones para ello, o compró hace años acciones de Amazon o no es consciente de lo que está pasando. Por eso escribir sin mencionar al maldito bicho se ha vuelto tan complicado como tratar de vivir como si no existiera. Eso es lo que proponen algunos para salvar la economía, pero negar la realidad no ayuda a cambiarla. Me pregunto sobre que escribirán ahora los poetas; que colores usarán los pintores; que sonidos elegirán para mejorar el silencio los músicos. Sospecho que ellos tampoco podrán huir del coronavirus, pero nada es comparable con el stress que deben tener en las agencias de viajes localizando destinos C-19 free. Porque no los hay, salvo aquellos que nos fabriquemos a nosotros mismos. De ahí que los hacedores de islas estén tan demandados.

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