Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Hace 30 años, como ahora

Vivimos en una democracia imperfecta, pero no por la responsabilidad de jueces y fiscales, sino por culpa de una clase política mediocre

Hace cosa de treinta años, un juez que por esos tiempos llevaba entre manos un comprometido caso de corruptelas que salpicaban al entonces vicepresidente del Gobierno, recibió la llamada telefónica de un viejo compañero de promoción que, de visita en Sevilla, quería aprovechar la ocasión para invitarle a almorzar. A la cita y de forma sorpresiva se presentó un tercero, un conocido abogado bien relacionado que, llegada la hora de los postres, planteó al juez la posibilidad de que el PSOE le propusiese como candidato a un puesto en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Obviamente, había una condición previa que el juez debía cumplir: que decretase durante varios meses el secreto de sumario sobre las diligencias que estaba instruyendo a fin de no enturbiar "el ambiente" durante la campaña electoral que se aproximaba; dicho en plata, para evitar que las acusaciones particulares que ejercían IU y PA siguieran filtrando a la prensa el día a día de un procedimiento bastante maduro a esas alturas, con múltiples ramificaciones y varias decenas de imputados.

La sobremesa de aquel almuerzo terminó de forma abrupta tras ponerle punto final el juez. Su nombre, Ángel Márquez, tenaz instructor de caso Guerra y hoy presidente de la Sección Tercera de la Audiencia de Sevilla tras una brillante carrera profesional; el del abogado, Horacio Oliva, que años después llegó a catedrático de Derecho Penal de la Complutense y a ejercer de defensor, entre otros, de Iñaki Urdangarin o Juan Antonio Roca.

De aquella sobrecogedora oferta tuvieron noticia de forma simultánea, por la misma fuente informativa, tres periodistas, aunque solo dos de ellos pudieron hacerse eco de ello en sus periódicos al día siguiente: El Mundo, a través de Pedro de Tena, y El Correo de Andalucía, por quien estas líneas suscribe. El primero logró un titular a cinco columnas en su edición nacional, mientras que servidor coló la noticia -literalmente- en mitad de una información bajo un titular absurdo a tres columnas, en página par. Una historia de tantas para no dormir. La negativa del juez Márquez a desmentirnos nos libró a ambos de una querella criminal por parte de Oliva, que se limitó a pedir el amparo de su colegio de abogados.

Quienes nos dedicamos a este oficio no somos protagonistas de nada y, por tanto, debemos dejar nuestras penas en los márgenes invisibles de las crónicas. Sin embargo, hay algunos episodios que, desde la distancia del tiempo, merece la pena rescatar, a modo de intrahistoria unamuniana, para completar el mapa del terreno que pisamos y, de paso, dejar constancia de la necesidad del periodismo.

Comprobamos estos días, con lamento y al igual que hace tres décadas, que la formación del CGPJ es una componenda impresentable entre los partidos que debería llevar a cualquiera que fuera propuesto para formar parte de ese órgano a retirar su nombre mientras no cambien de raíz las reglas del juego.

Efectivamente, vivimos en una democracia imperfecta, pero no por la responsabilidad de los jueces y de los fiscales que persiguen el delito y aplican las leyes (tal como sugiere el líder de Podemos) sino por culpa de una clase política de una mediocridad sonrojante cuyo propósito ha sido y es perpetuarse en el poder. Feliz Día de Andalucía.

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