El Guernica de la subbética

Me he enterado ya de jovenzuelo de no pocas salvajadas cometidas por leales a la II República

No sé yo si a algunos de los lectores les habrá pasado lo que a mí, que me he enterado ya de jovenzuelo, de no pocas salvajadas cometidas por las huestes civiles, militarizadas o armadas, leales a la (segunda) República Española, o bien por el propio ejército republicano o por su gran aliado, la Unión Soviética; los varios miles de asesinatos de clérigos y de los no menos paisanos de la masacre de Paracuellos; por referirme a dos de las más significativas matanzas de civiles en la retaguardia republicana; no aparecían con toda la extensión y gravedad que tuvieron. Sí que se citaban en las enciclopedias o en los libros de Historia de España de aquellos años cincuenta y sesenta, pero no tanto como para tener una idea cercana de lo que sucedió en el hemitorax español de los malos de entonces que son los buenos de ahora.

En cambio, del bombardeo de Guernica se sabía cantidad; en los reductos universitarios de la época abundaban las fotografías del cuadro de Picasso. Tablillas y postales se pegaban donde se podía, al modo que hoy se tienen plantillas imantadas en el exterior de las neveras. Pero pasó mucho tiempo hasta que tuvimos noticias del no menos bárbaro bombardeo de Cabra, en la Subbetica cordobesa; una comarca por la que yo tengo una cierta debilidad. Lucena, Priego, Cabra, Benamejí, Rute, cuelgan como alamares del corazón de Andalucía, y hay una pedanía de Priego (de Córdoba), llamada Castil de Campos, donde nació mi querida e inolvidable profesora de Latín, en el Instituto de Algeciras, Conchita Jurado.

Por estas fechas del año 2015, la pintora alicantina, Maryla Dabrowska, presentó en el teatro "El Jardinito" de Cabra, un cuadro réplica del Guernica de Picasso, alusivo al bombardeo que tres aviones soviéticos perpetraron en Cabra tal día como hoy de 1938. El pasado año, ochenta aniversario de aquella tragedia, algo se dijo en los periódicos. El bombardeo soviético fue contra la población civil, no había objetivos militares. Un centenar largo de paisanos se dejaron la vida en las calles del pueblo, y unos cuantos centenares padecerían las secuelas físicas o psicológicas de aquella cobarde carnicería. Un artículo del historiador egabrense José Calvo Poyato (hermano de la vicepresidenta), del mes de julio del pasado año, es suficiente para informarse, pero está el libro del también egabrense, Antonio M. Arrabal Maíz (Ed. Sarriá, Málaga, 2012) si se quiere entrar en detalles.

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