Gran fondo de armario

A la legitimidad de su victoria, por muy circunstancial que haya sido, Sánchez une un equipo muy profesional

La vieja máxima foucaultiana de que el poder se ejerce, no se ostenta, queda parcialmente en entredicho con la buena acogida que ha tenido el primer Gobierno del presidente Sánchez. La simple ostentación del fondo de armario socialista produce confianza. Al PSOE le pasa como al PS francés refundado por Mitterrand, que produjo hornadas continuas de cuadros ministeriales en los 80, 90 y 2000 cuya solvencia era equivalente a la de los curtidos gaullistas o giscardianos. Como el tiempo apremia, en el Sánchez I la mayoría de mujeres, la solidez y experiencia de los currículos, son una parte importante del fondo de comercio gubernamental.

El Gabinete tiene un veterano como Borrell, de prestigio internacional muy anterior a su Presidencia del Parlamento Europeo entre 2004 y 2007. Cuando en 1998 ganó a Almunia la candidatura a la Presidencia se presentó en Bruselas ante el Grupo parlamentario socialista. Le ayudó su experiencia de secretario de Estado de Hacienda o de ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, y también su dominio del inglés y el francés. Pero deslumbró; el comentario generalizado fue que era mejor que Blair o Jospin, entonces primeros ministros del Reino Unido y Francia.

Hay sólo dos ex ministros en el Gobierno: Borrell del Ejecutivo de González y Carmen Calvo del primer equipo de Zapatero. La Vicepresidencia de la política cordobesa unida al Ministerio de Igualdad es una declaración de intenciones. Pero además hay un notable grupo de antiguas secretarias de Estado, consejeras o altas funcionarias en España o en la UE, que aportan conocimiento, inteligencia y se convierten en el referente del nuevo Gobierno ante la sociedad. Y es destacable que la mejor consejera de Susana Díaz, María Jesús Montero, sea la ministra de Hacienda. No es un gesto de pacificación de Sánchez, porque también nombra a un rival de la presidenta como Planas. Y es una oportunidad para Andalucía de tener un sistema de financiación más justo que el actual.

A la legitimidad de su victoria, por muy circunstancial y heterogénea que haya sido la coalición adversa para echar del poder a un partido minado por la corrupción, Sánchez une un equipo muy profesional. Y un mensaje que gusta: su voluntad de corregir la desigualdad que se ha disparado en España desde el inicio de la crisis. Hasta ahora todos son beneficios para el ganador. Después estarán lo que Harold Macmillan decía que era lo más difícil de afrontar: las circunstancias. Ahí empezará lo peor.

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