He acudido como otros tantos profesionales, con muchos comandantes de buques mercantes propuestos de sanción, a la Capitanía de la Provincia Marítima de Algeciras. A todos ellos, sin ser su obligación, los recibió personalmente el Capitán Julio Berzosa, explicándoles el porqué de la detención del barco en cuestión, de manera amable y cordial.

A la vez, les ofrecía la más correcta solución que habría de adoptarse en cumplimiento estricto de las leyes nacionales e internacionales y que menos perjuicio causase al buque en cuestión, para que pudiera seguir su trayecto, una vez subsanadas las deficiencias detectadas. Todo ello haciéndoles saber su comprensión y su empatía, a pesar del expediente sancionador que les iniciaba, como marino en tierra que lo es el Capitán.

Cualquiera que fuera la nacionalidad del sancionado, el Harbour Master Berzosa siempre hacía el esfuerzo por comunicar con ellos en su lengua materna, fuera griego, polaco, chino, ruso o italiano. En todos esos idiomas lo he visto, boquiabierto, comunicar con sus camaradas. A su vez, les citaba alguna referencia específica del país en cuestión, casi siempre relacionada con la historía marítima del mismo. A veces, tal cita la hacía en rima, incluso en soneto. Y todo ello a cualquier hora del día y de la noche, siempre a disposición de todos.

Ninguno de los expedientados mostró más que agradecimiento por la honorable actitud del Capitán, casi siempre con aceptación de la justa sanción que le iban a imponer, además de su asombro por la categoría profesional e intelectual de Berzosa. Un verdadero humanista y un ilustrado marino que prestigió el puesto que ostentó y que, además, sembró esa actitud en sus eficientes funcionarios, que seguro seguirán su rumbo.

A pesar del enorme poder competencial que ostentaba como autoridad encargada del cumplimiento de la normativa marítima y medioambiental en el primer puerto de España y en las aguas de su jurisdicción, jamás actuó con prepotencia ni vanidad, sino todo lo contrario, engrandeciendo con su buen hacer y con su preparación al Puerto de Algeciras. A pesar de lo anterior, que no se olvide que fue un verdadero azote en la lucha contra la contaminación, como las estadísticas confirman. Lo cortés no quita lo valiente.

Y siempre, a su vez, defendiendo la soberanía de nuestro país sobre sus aguas, aleccionando cuando la oportunidad lo permitía sobre el contenido literal del Tratado de Utrecht.

Las empresas de la zona y la propia Autoridad Portuaria han reconocido justamente su brillantísima trayectoria ahora que se jubila. Se le echará de menos en la Torre del Espolón, pero seguro que continuará, desde otras facetas, haciendo grande nuestra ciudad y puerto. Gracias, mi Capitán.

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