Gloria y tragedia de Lady Di

La vida y muerte de Lady Dy han sido un antes y un después para las monarquías modernas

Mi primer recuerdo de un evento mundial televisado me lleva hasta la boda de Diana Spencer, Lady Di, con el príncipe Carlos de Inglaterra, arquetipo de aristócrata desocupado y tontorrón que todavía hoy, más de cuarenta años después, nos sigue mirando socarrón desde su impecable traje de franela. Coincidió casi en el tiempo además la pomposa boda con aquel nuestro primer verano en Cambridge, por lo que mis primeros recuerdos sobre Inglaterra giran alrededor del King's College, mi flamante camiseta del Manchester (United, por supuesto) comprada en los almacenes Lillywhites, la Torre de Londres… y la interminable cola del vestido de novia de Lady Di en el plano cenital de la espléndida realización televisiva que asombraba a mi madre.

Cuando hoy se cumplen veinticinco años de su trágica desaparición en el túnel del Puente del Alma de París, junto al rico heredero Dodi Al-Fayed, comprometida relación que escandalizó a tantos, nos viene de golpe el recuerdo agradable, entre cariñoso y compasivo, hacia esa figura frágil e inocente, prototipo de niña bien de la media-alta clase inglesa de chalecos de colores y buenos colegios de pago, caída de repente en esa vorágine mediática y protocolaria que debe ser la familia real inglesa y que, al contrario que los cuentos de hadas con los que suelen idealizarla, nunca pareció que tendría un final feliz. Lady Di fue, posiblemente, la primera aspirante a reina sin escuela ni protección. También, la primera que osó poner pie en pared ante los férreos anclajes de una institución con más vías de agua de lo que entonces atisbábamos siquiera a entrever.

Porque a nadie se le escapa que la vida y muerte de Lady Di han sido un antes y un después para las monarquías modernas, sobre todo en lo que respecta a los matrimonios de los herederos, empezando por la propia monarquía inglesa. Su carisma, su cercanía, y ese punto de rebeldía sobre el que todavía hoy, tantos años después, se sigue discutiendo en muchos salones lujosos de la vieja Europa, han hecho de ella un auténtico mito que vuela por encima de convencionalismos y conciencias, y guion perfecto para toda clase de series y filmes. Al final, se diría que hastiada de la vida que casi sin quererlo le asignaron, se dejó caer hacia el lado más salvaje, con el final ya conocido. Y allí, tan lejos de donde se le requería, alcanzó su gloria. Y también su tragedia.

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