Gibraltar en el limbo

En Gibraltar tratan a España (y a veces se les trata a ellos) como en los tiempos de Franco y el estraperlo

La reciente visita del ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, a la presidenta de la Junta, Susana Díaz, ha sido protocolaria y fotográfica. En el Estatuto de Andalucía se recogía la singularidad del caso de Gibraltar, que en otro escenario podría formar parte de nuestra comunidad. Sin embargo, la capacidad de acción entre Gibraltar y Andalucía está limitada, porque quienes pueden agarrar la sartén por el mango, como dicen ellos, son los gobiernos de España y el Reino Unido. No obstante, antes y después del Brexit, el principal problema de Gibraltar son los gibraltareños. No sólo tienen una Verja, sino también una venda delante de los ojos.

El Brexit sería una oportunidad estupenda para que en Gibraltar se quiten la venda. El problema es que tratan a España (y a veces también se les trata a ellos) como en los tiempos de Franco y el estraperlo. En Gibraltar no han asumido los últimos 40 años de la Historia de España, ni los dos últimos años de la Historia del Reino Unido. Así se han quedado en el limbo y se han apartado del mundo real, que es un mundo globalizado, donde la Roca importa poco. Pretenden conseguir un estatus más bien andorrano, pero sin entender que Andorra no es un país, sino un negocio que interesa a sus vecinos. Y no sólo a Jordi Pujol.

Gibraltar se debe convertir en algo atractivo para los vecinos. Picardo sigue la norma del agravio. En Gibraltar siempre están enfadados con España. A veces con razón, como cuando les cerraron la Verja. Pero no sean tan rencorosos, que ahora sigue abierta. Y si bien es cierto que con las negociaciones del Brexit, en teoría, puede que la Verja volviera a cumplir su antigua finalidad, en la práctica no le interesa a nadie.

Los trabajadores españoles en Gibraltar es el tópico que más se maneja. Nadie sabe cuántos son. Entre otras cuestiones porque algunos trabajan sin contrato. Unos hablan de más de 8.000, otros de 5.000. Por supuesto que a la comarca del Campo de Gibraltar le conviene que esas personas sigan trabajando allí. Pero no pueden chantajear con eso, porque a las empresas de Gibraltar también les interesa tener a españoles, a los que valoran más que a otros vecinos de enfrente. El interés es común.

Picardo debe cambiar el discurso. Además de la historia, está el futuro. En el siglo XXI debería abogar por una colaboración que los lleve a una integración progresiva, tras un entendimiento práctico para todos. El orgullo se confunde con la chulería, que resulta estéril y entorpece.

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