fabian Picardo

Gibraltar, en el cruce de caminos

EN política, el oportunismo es siempre rechazable, porque la política debe hacerse desde los principios y las convicciones. Pero también existen las oportunidades. Éstas ayudan a poner de manifiesto ante los ciudadanos la posición de cada uno.

El Gobierno de Gibraltar no se ha inmiscuido ni se inmiscuirá en la política española, pero dos hechos bien recientes protagonizados por autoridades españolas son indicativos de hasta dónde llegan los prejuicios con respecto a Gibraltar.

El subdelegado del Gobierno español en la provincia de Cádiz ha vinculado a los funcionarios municipales linenses con la "economía de subsistencia que se produce en la aduana de La Línea", al informar que unas ayudas al Ayuntamiento de dicha población hermana "garantizarán los tránsitos más fluidos" en ese punto fronterizo.

Por otra parte, el alcalde de Algeciras está en Argentina (a título personal, dice) para hermanar su ciudad con Río Grande por las similitudes entre Gibraltar y las Malvinas. Añadiré poco más porque entiendo que tal acción se califica por sí sola. No es mi deseo echar más leña al fuego. Pero diré sólo esto: la relación simbiótica existe sin duda entre las ciudades colindantes de La Línea y Gibraltar. Sufrimos juntos las acciones de gente alejada de nuestros problemas y celebraremos juntos el entendimiento cuando podamos conseguir que sea de nuevo el marco de nuestras relaciones.

Está claro que nos hallamos ahora en un cruce de caminos. Algunos parece que han optado por el enfrentamiento sine die, por intentar una fracasada asfixia de la economía de Gibraltar, aunque con ello perjudiquen más aún a sus propios ciudadanos nacionales.

Es lo que ocurre con las vergonzosas e inaceptables colas que, con frío y calor, mantienen a la gente muchas horas a la intemperie o en todo tipo de vehículos -ya denunciadas en los foros internacionales-, mientras en Madrid se exaltaba el consenso como fórmula política adecuada para solucionar los problemas.

Lo hemos observado con tristeza, cuando el pueblo español ha enterrado a Adolfo Suárez y lo ha ensalzado como paladín del diálogo y el consenso que sirvieron para que España pasara de una dictadura a una democracia. Tránsito, dicho sea de paso, que Gibraltar, en esos tiempos de frontera cerrada, celebró sinceramente.

Todos, independientemente de nuestras ideologías y de nuestras nacionalidades, debemos hacer honor a su legado y al de aquellos otros que, aquí y allí, lucharon con altura de miras por encontrar soluciones razonables y aceptables para todos.

Esa es decididamente la vía del Gobierno de Gibraltar en la presente encrucijada.

En este sentido, Gibraltar defiende y defenderá el Foro Tripartito de Diálogo, pero el ministro de Asuntos Exteriores británico, William Hague, ofreció, con nuestro visto bueno, en abril de 2012 al máximo representante de la diplomacia española, José Manuel García-Margallo, la creación de grupos de trabajo ad hoc, como fórmula de compromiso transitorio para resolver algunos problemas puntuales surgidos en distintas materias. Dos años después, Gibraltar y Londres seguimos esperando respuestas de España para concretar esas reuniones.

En el ámbito de la cooperación local y regional, Gibraltar está convencido de la idoneidad de los posibles acuerdos con la Junta de Andalucía, que tiene, al igual que Gibraltar, la mayoría de las competencias en el terreno medioambiental, sanitario, empresarial, cultural y pesquero, entre otras muchas.

Mientras tanto tenemos que enfrentarnos cada día a acusaciones sin fundamento sobre rellenos inexistentes, que son simples espigones para proteger una pequeña playa. Sufrimos ataques contra la ejecución de un arrecife artificial para la regeneración de un caladero absolutamente esquilmado, que, por cierto, no ha sido nunca zona de producción marisquera, incluso según la legislación de la propia Junta de Andalucía. Aunque existen 130 actuaciones similares en la costa española, la nuestra se presenta como una agresión a los pescadores campogibraltareños. En los últimos meses, hemos podido comprobar fehacientemente el poco interés que tiene el Gobierno español en resolver esta crisis. Nosotros, sí lo tenemos.

Además, se utiliza el contrabando de tabaco, contra el que Gibraltar tiene una de las legislaciones más restrictivas de la UE, como excusa para acometer una acción política intolerable en una frontera europea, y se atribuye aviesamente un consumo de tabaco a 30.000 gibraltareños ignorando premeditadamente los 12 millones de visitas que recibe anualmente el Peñón. Se nos acusa reiteradamente de ser un paraíso fiscal cuando Gibraltar tiene firmados acuerdos de intercambio de información y transparencia con 27 países -entre ellos Estados Unidos, Francia o Alemania- (España se niega a rubricarlo porque no nos reconoce como una jurisdicción separada del Reino Unido), y la propia OCDE o el FMI (desde los tiempos del señor Rodrigo Rato) no nos incluye en sus listados de paraísos fiscales.

Somos conscientes de que muchas de estas mentiras y prejuicios han calado en la opinión pública española tras la campaña desatada por el actual Gobierno español. Pero estamos decididos a mantener la mano tendida al diálogo porque queremos unas buenas relaciones con España.

Afortunadamente, hay una ofensiva cívica y no estamos solos. Se están tendiendo puentes -entre ellos destacaría la labor de varios grupos transfronterizos- para que la concordia vuelva a presidir nuestras relaciones.

Por todo eso, como máximo representante del pueblo gibraltareño, ahora más que nunca, estoy absolutamente decidido a trabajar denodadamente para crear un clima de entendimiento en la zona que nos ayude a recuperar la normalidad y la cordialidad que presidieron nuestras relaciones vecinales en tiempos no muy lejanos.

Pese a que el Gobierno español ha rechazado cualquier tipo de encuentro desde que llegó al poder, ya sea de manera oficial o extraoficial, hoy quiero expresar, una vez más, por el bien de nuestros ciudadanos, mi más sincero deseo de encontrar interlocutores españoles al otro lado de la mesa.

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