Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Gibraltar: Un tango es cosa de dos

El Campo de Gibraltar y el Peñón afrontan en este final de 2020 un momento histórico y trascendental

El puesto de control aduanero entre España y Gibraltar.

El puesto de control aduanero entre España y Gibraltar. / Erasmo Fenoy (Gibraltar)

Cuando Reino Unido ingresó en 1973 en la entonces Comunidad Europea, lo hizo con unas condiciones a la carta para Gibraltar que situaron a la colonia en una situación privilegiadísima. Como "territorio británico de ultramar", el Peñón permanece desde entonces ajeno a la armonización fiscal sobre el valor añadido y a la unión aduanera. Sin producción agrícola ni industrial en sus apenas 7 kilómetros cuadrados, sus fuentes de ingresos derivan precisamente de esos derechos de aduanas, de las casas de apuestas online, del sector financiero y del turismo. Miles de empresas están domiciliadas en Gibraltar para aprovechar su baja tributación y para beneficiarse de la libertad de movimientos de trabajadores, servicios y capitales que rige en todo el territorio de la Unión Europea.

España se encontró con esta situación cuando ingresó en la Comunidad Económica Europea en 1986. Tras décadas caminando en mitad de las tinieblas, nuestro país lograba abrirse paso, al fin, a un espacio de luz, a una nueva Europa, aunque teniendo que aceptar la competencia desleal derivada del estatus especial de Gibraltar. La repercusión directa se ha dejado notar al cabo del tiempo en los territorios limítrofes a la Roca, con una economía de dependencia que sufren de forma especial La Línea y otros municipios del Campo de Gibraltar. Los 15.000 transfronterizos residentes en España y que trabajan cada día al otro lado de la Verja son la mejor prueba de ello. El desinterés del conjunto de las administraciones públicas españolas hacia este sur del Sur castigado por el desempleo, el narcotráfico y el déficit de infraestructuras públicas -caso del ferrocarril- ha contribuido a acentuar las diferencias.

Todo apunta a que el escenario cambiará sin demora y paulatinamente a partir del 1 de enero, fecha en la que se hará efectivo el Brexit, de no mediar antes un acuerdo entre España y Reino Unido para dar un nuevo encaje a Gibraltar en la UE. El problema no lo ha generado España, aunque haya quien trate de jugar al despiste para tratar de responsabilizar al Gobierno de sus consecuencias. Tampoco desean el Brexit ni los gibraltareños ni los campogibraltareños, pero no cabe duda de que la comarca y el Peñón afrontan en este final de 2020 un momento histórico y trascendental. Las negociaciones que mantienen a contrarreloj los ejecutivos español y británico no deben plantearse como un ajuste de cuentas con el pasado, aunque indudablemente deben estar encaminadas a buscar un mayor equilibrio entre ambos mundos.

Boris Johnson puede irse de la UE dando un sonoro portazo o dejando la puerta entreabierta. Ahora bien, el injustificable retraso por parte de Londres a la hora de ratificar el Tratado Fiscal sobre Gibraltar -un acuerdo llamado a dar más transparencia al trasiego de millones que se mueven en la Roca-, los importantes flecos sueltos en cuestiones de índole medioambiental, la escasa información aportada sobre el origen y destino de millones de cajetillas de tabaco de contrabando que entran ilegalmente en España y la negativa a que las autoridades españolas controlen junto a las británicas el puerto y el aeropuerto de la colonia (como condición para que esta sea territorio Schengen) no facilitan precisamente el consenso. Como resume gráficamente la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, "it takes two to tango".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios