Gento y dos fotos

Ser ídolos de masas no les llevaba a la extravagancia indumentaria, a la vulgaridad de creerse centro del mundo

Ha fallecido Paco Gento, a los 88 años. Se ha ido uno de los últimos magos de una generación inmortal, elevada a leyenda por la magia de un deporte que desde hace casi un siglo es el suministrador absoluto de héroes para el hombre medio. Atesoraba nada menos que seis copas de Europa, más que nadie, testigo supremo de la dictadura a la que el Real Madrid sometió al fútbol continental, y era el superviviente de la mítica delantera que, con Rial, Kopa, Di Stéfano y Puskas, asombró al mundo. Dos argentinos, un húngaro, un francés de origen polaco y un español, él, Paco Gento, apodado además "la galerna del Cantábrico". De ese quinteto irrepetible, la tripleta compuesta por Di Stéfano, Puskas y Gento fue la que más fama y admiración suscitó, quizá también por la amistad que se forjó entre ellos y que les hace aparecer a menudo juntos en fotografías de aquellos viejos tiempos. En el campo y fuera de él.

El ver ahora, después de muchos años, alguna de esas fotos permite el comentario. En una están los tres con la uniformidad madridista, con absoluta naturalidad aunque sin duda posando, pero hay algo que resulta extraño al observador actual: las camisetas no sólo son blancas, están exentas de cualquier letrero, propaganda o símbolo que no sea el escudo del Real Madrid. Cuando el atuendo deportivo se ha convertido en un muestrario abigarrado y antiestético, en el que llega a aprovecharse el trasero de los futbolistas para incluir un "mensaje" publicitario, esa limpieza y sencillez nos hablan de tiempos en que las grandísimas figuras que ellos tres eran no tenían que convertirse en cartelones ambulantes para asegurar sus nóminas. ¡Cuánta dignidad se perdió el día en que la primera marca de lo que fuera invadió las camisetas de nuestros clubes históricos!

En otra que debió tomarse a fines de los 50, los tres amigos pasean por lo que muy bien pudiera ser la Gran Vía madrileña. Lo que uno ve es a tres señores jóvenes, atléticos, sonrientes, correctamente vestidos -Puskas con un abrigo cerrado, los otros dos con chaqueta y corbata, Di Stéfano incluso con un elegante pañuelo asomado al bolsillo superior de la chaqueta- y, sobre todo, normales. Ser ídolos de masas no les llevaba a la extravagancia indumentaria, al exhibicionismo, a la vulgaridad de creerse centro del mundo. Hoy sería inconcebible una foto así. Nos dicen que era aquella una sociedad miserable y gris. Ya.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios