Garzonadas

Estoy seguro de que las ventas de las carnicerías se han disparado esta semana sólo para contradecir al ministro

La Gaceta de Madrid, hoy Boletín Oficial del Estado, de 26 de octubre de 1925 publicó la autorización que se le concede a mi tío abuelo, Ramón García Varo Chato Huertas, para importar de Argelia y otras zonas norteafricanas 200 reses vacunas y 200 cerdos, por la Aduana de Algeciras, con destino al abastecimiento de la península. Ese era su quehacer en la vida, el negocio de la carne. Proveía al Ejército y ello le granjeó el respeto de algunos mandos, a los que pudo influenciar para ayudar a algunos represaliados a salir indemnes tiempo después, durante nuestra Guerra Civil. Así lo cuenta Beatriz Gómez en Un rosal de flores chiquititas, relato de la represión en la comarca. La carne sirvió de salvoconducto.

Quizá a su vez, el bisabuelo del ministro Garzón, el teniente Eduardo Garzón Morillo, fusilado en Paracuellos por el bando republicano, degustase en algún cuartel una pieza de jarrete proveída por el Chato Huertas. Eran otros tiempos, casi otra España. Tiempo de tragedia, sacrificios y penurias que terminaron y que dieron paso a nuestro actual estado del bienestar. Nunca le agradecerán las actuales generaciones a las anteriores lo que padecieron y cómo supieron superar diferencias y conflictos.

Pero vinieron otros problemas como el exceso de grasa y el efecto invernadero, en parte provocado por las flatulencias del ganado vacuno. El bisnieto del teniente Garzón se ha encargado de recordárnoslo esta pasada semana. Una garzonada más.

Nos dice que es necesario reducir el consumo de carne. Gracias ministro, menos mal que estás ahí y dices esas cosas, porque estoy seguro de que las ventas de las carnicerías se han disparado esta semana, solo para contradecirte.

Desde luego, no pretendo cachondearme de tales cuestiones que afectan a la salud y al medio ambiente de todos. Pero no voy a ser el primero en decir que no se puede demonizar a un sector tan importante como el ganadero y al de la industria alimentaria, que desde luego no tiene culpa del cambio climático. Estas campañas han de plantearse en positivo, fomentando el consumo de fruta, verdura y legumbres, y siempre con la máxima sensibilidad para evitar mayores daños a nuestra economía, ya bastante castigada con la pandemia.

Y, sobre todo, no se puede frivolizar en el uso del poder, diciéndonos continuamente qué es lo que tenemos que hacer en el ejercicio de nuestra libertad. Desde luego que para provocar que hagamos lo contrario, es la mejor táctica. O quizá para distraernos. En todo caso, yo seguiré con mis barbacoas con una buena carne comprada en la plaza de abastos.

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