Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Ganó la normalidad, ¡viva el fútbol!

Con el único pero de la ausencia de goles, el clásico tuvo fases en que rozó la excelencia

Triunfo grande de la normalidad, el partido de los partidos pudo celebrarse y hay que festejarlo, ya que la realidad se mostró exultante para desgranar un monumento al fútbol. Pudo ganar cualquiera de los dos, pero de haberse podido resolver a los puntos hubiera sido el Madrid muy justo vencedor. ¿Injusto, pues, el empate? Tampoco es eso, pues si el Madrid fue un punto superior, el Barça estuvo siempre a su altura.

Curiosamente pareció una obra con los papeles cambiados, ya que fue el Madrid quien más tiempo dispuso de la pelota. Aunque el mayor especialista de la materia es el Barça, al equipo de Valverde le salió una cuña de su misma madera que propició estar durante fases muy largas a lo que quería su rival. Y tras haberse terminado el partido menos se comprende la suplencia de Busquets, ese futbolista que hace de ancla al que el Barça se agarra en pos del éxito.

Creo que con Busquets en la cancha, la superioridad del centrocampismo blanco no habría sido tan acentuada. El mismo Messi parecía echarlo de menos cuando los de Zidane llevaban a lo más alto la línea de presión. Pero estamos entrando en terrenos utópicos, ya que es indemostrable qué hubiera sucedido con el ilerdense en escena. Sí es una realidad cómo el equipo azulgrana se hizo extrañamente largo en muchas fases para desesperación de un Luis Suárez desconectado.

Sí quedó claro que un partido de fútbol puede entrar de lleno en la monumentalidad sin goles. Tampoco puede decirse que abundasen las ocasiones de festejar un tanto y con estas tablas, la tabla sigue como estaba, con el Barça arriba por esos dos goles del favor-contra. Ahora bien y aunque el Camp Nou era más grillera que nunca, la normalidad fue la gran triunfadora de esta noche prenavideña. Ganó la normalidad y, por ende, el fútbol salió ganando... afortunadamente.

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