Farsa

Hemos entrado en una fase de delirio y de desvergüenza autodestructiva que probablemente sea irreversible

Damos por supuesto que las instituciones democráticas tienen la solidez de un acantilado, de modo que pueden soportar la erosión del oleaje por los siglos de los siglos, pero eso no es verdad. La historia nos enseña que las instituciones de una democracia siempre son frágiles y que jamás están a salvo. De hecho, la democracia tal como la conocemos apenas constituye una mínima nota a pie de página de la historia de la humanidad. Las democracias plenas, con sufragio igualitario para hombres y mujeres, tienen un siglo de vida en el mejor de los casos. Y en el peor de los casos -como en muchos países africanos o asiáticos- apenas tienen unos pocos años, diez o veinte, no muchos más.

Lo que pasó anteayer en el Congreso con la votación de la Reforma Laboral nos indica que estamos entrando en una fase de delirio y de desvergüenza autodestructiva que probablemente ya sea irreversible. El papelón que representaron todos los partidos políticos -repito, todos- es tan grotesco, tan indecente, y lo peor de todo, tan inmoral, que uno se pregunta cuánto tiempo podrán resistir las instituciones si están gobernadas por esta cuadrilla de sinvergüenzas incompetentes y lunáticos. Cuando hablamos de desafección ciudadana, cuando hablamos del rencor y del odio que se va infiltrando en el corazón de la gente de la calle, no nos damos cuenta de hasta qué punto estamos sentados sobre un barril de pólvora. Y lo peor de todo es que nuestra clase política -toda ella: de derecha y de izquierda, centralista e independentista- se permite jugar con fuego porque vive instalada en el desprecio permanente hacia los ciudadanos que pagan sus suculentas nóminas mensuales. Ya sea por cinismo, por maldad o por simple estupidez -y la estupidez, me temo, es la condición que más abunda entre nuestros políticos-, esta clase política no merece ni un segundo más de confianza por parte de los ciudadanos.

¿No saben que vivimos de prestado gracias a los fondos que llegan de Europa? ¿No saben que la UE no aceptaría jamás cambios drásticos en la legislación laboral porque tenemos unos niveles escandalosos de paro? ¿No saben que tenemos una Administración elefantiásica y torpe y casi siempre inútil? ¿No saben que cada vez pagamos más impuestos a cambio de unos servicios públicos más y más deficientes? Pues no, se ve que no lo saben. O peor aún, fingen no saberlo.

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