Alto y claroMiki&DuarteSine die

José Antonio Carrizosa Ismael Yebra

FantasmasMientras la lluvia cae

El problema militar terminó en España con el fracaso del golpe militar de febrero de 1981El mundo está en crisis, España está en peligro, como si alguna vez no lo hubiera estado

Empieza uno a dudar si es más mérito de Pedro Sánchez y su alocada troupe o de los que quieren echarlo por el camino más corto. Pero lo cierto es que, en los últimos meses, en las últimas semanas si me apuran, alguien ha sacado a pasear a todos los fantasmas de nuestro pasado, a los que estamos más apegados de lo que muchos hubieran imaginado. Desde el frentismo guerracivilista a la expulsión de las órdenes religiosas de la enseñanza, pasando por la confiscación, por la vía fiscal, de los bienes de los ricos. Faltaba la amenaza militar y ya está aquí en forma del ruido de sables que tanto dio que hablar en la ahora denostada Transición, por más que los sables sean ahora herrumbrosos, como las lanzas de la novela de Benet, y el ruido se haga en grupos de WhatsApp y en cartas que su destinatario ha ignorado olímpicamente. Estoy seguro que cosas similares e incluso peores se han dicho toda la vida, entre toses y carraspeos, en las tertulias de retirados de todos los casinos militares de España.

Pero desengáñense los paseadores de fantasmas. Lo que los historiadores e hispanistas han llamado el problema militar se solucionó en nuestro país a mediodía del martes 24 de febrero de 1981, cuando el guardia civil Tejero puso su firma, sobre el capó de un coche, en el acta de rendición que ponía fin a la astracanada perpetrada la tarde anterior en el Congreso de los Diputados a las órdenes del muy monárquico general Milans del Bosch, que sacó los tanques a pasear por Valencia. Aquella vergüenza fue el punto final y la vacuna para los casi dos siglos de tentaciones intervencionistas de los militares españoles, que retrasaron durante décadas el progreso del país.

A partir de ahí todo fue diferente. Con Leopoldo Calvo Sotelo las Fuerzas Armadas españolas se incorporaron a la OTAN y poco después Felipe González y Narcís Serra acometieron la modernización de unos ejércitos que empezaron a viajar al extranjero, a aprender idiomas y participar con colegas de otros países en maniobras y en misiones de seguridad por todo el mundo. Hoy los militares españoles son profesionales y cada uno defenderá sus ideas políticas en las urnas y en las conversaciones con compañeros y amigos, como cualquier hijo de vecino. Podría incluso presumirse que el estamento militar tiene un perfil más conservador que la media del país: lo dan los valores en los que son educados. Pero sería un error confundir pronunciamientos mohosos y desfasados con un problema que, afortunadamente también para ellos, ya no existe.

ES por la tarde, ya bien entrado el otoño. Pronto se hará de noche. Los días se han ido acortando poco a poco, casi sin que nos hayamos dado cuenta, y el invierno se hará presente en apenas unos días. Las calles del centro de la ciudad, hasta hace poco repletas de turistas y paseantes, de repente, se han quedado desiertas. Hace un rato que cerraron bares y comercios, cesando casi por completo la actividad, ya de por sí escasa, a causa de la lluvia. No se ven niños jugando en la plaza, la tarde no está para ello. Solo un joven se atisba a lo lejos, protegiéndose con un paraguas, acompañado de un perro labrador, deseoso de llegar a casa y tumbarse sobre una alfombra a los pies de su amo.

Me siento a escribir este artículo y la lluvia sigue cayendo. Es poca, pero cala, como le gusta a la gente del campo, suavemente para que pueda ser empapada por la tierra. En un rato será el toque de queda y nadie podrá salir de casa. Ni siquiera la luz de la tienda de ultramarinos que aún permanece abierta, podrá poner un punto de vida en la desolada noche otoñal. Llega un olor a leña quemada que me transporta a la soledad del campo. El vecino de un ático cercano debe haber encendido la chimenea en un intento de sentirse acompañado, como desde siempre hicieron los seres humanos al recogerse alrededor del fuego.

En la radio solo hay fútbol retransmitido por locutores vociferantes, creando un clima de desasosiego y vulgaridad que no me sirve de compaña. La programación televisiva rara vez logra despertar mi interés. Sobre la mesa los periódicos del día. Noticias sobre la pandemia y las cifras de fallecidos, como si fuese una competición deportiva cuya clasificación varía cada semana. El mundo está en crisis, España está en peligro, como si alguna vez no lo hubiera estado, la depresión económica será terrible cuando acabe la pandemia, el paro y las dificultades asolarán pueblos y ciudades, la cultura que hemos conocido como occidental, presenta signos inequívocos de que está llegando a su fin.

Mientras tanto, la lluvia sigue cayendo, despacio, poniendo música de fondo a una noche sin ruido de coches, sin bullicio de bares ni camiones de descarga. El aire es húmedo y sigue oliendo a leña quemada. El silencio llena la calle vacía, como única verdad. Solo existen la luna creciente, la noche cerrada y el silencio. El resto parece falso, es un mundo inventado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios