Ex al Yazirat, ex al Jadra

Dicen que la Autoridad Portuaria asegura que no atentará más de lo que ya lo ha hecho, contra El Rinconcillo

Si pudiéramos ver el paisaje del lecho de la bahía de Algeciras sin que el mar nos lo impidiera, nos encontraríamos con una abismo que se alarga desde Campamento hacia la bocana, más cerca de Gibraltar que de Algeciras, formando un valle profundo que se hunde hasta los quinientos metros y alcanza los quinientos sesenta y cinco en las proximidades de Punta Europa. Sobre la plataforma que se extiende hasta los cincuenta metros de profundidad se sitúan los salientes portuarios y pronto se alcanzan los cien metros hasta precipitarse rápidamente hacia los máximos citados. La latitud, este excepcional calado y la forma en herradura abierta hacia el pasillo marítimo más circulado del mundo, han convertido a la bahía en un dechado de bendiciones.

Las fuertes corrientes que entran desde el Atlántico al Mediterráneo suponen un continuo arrastre que asegura la práctica invariabilidad del paisaje submarino. A tales corrientes se oponen los salientes, que de forma natural o artificial alteran la uniformidad del litoral. Los obstáculos naturales se van erosionando, suavizando sus bordes y adaptándose a los efectos del mar y de los vientos. Los artificiales permanecen inalterados, bien sea por su diseño y las precauciones tomadas en su construcción, bien por actuaciones si se hace necesario.

Cuando existía la Isla Verde, incluso cuando estuvo unida a tierra por un puente, primero de barcas, después apoyado en bloques que permitían el paso de las aguas, las corrientes atlánticas entraban en el arco de la bahía y se marchaban arrastrando todo lo que encontraban a su paso. Ahora ya no es posible, una enorme explanada, más allá de donde estuvo aquella añorada isla, lo impide alterando el dictado de la Naturaleza. Las aguas ya no pueden circular como lo hacían y seguramente ello afecte al equilibrio ecológico. No sé si el cerro de la Horca con su punta roma es suficiente parapeto para minimizar el efecto tope del exterior del muelle de la Isla Verde.

Dicen que la Autoridad Portuaria asegura que no atentará más de lo que ya lo ha hecho, contra El Rinconcillo. Y que no prolongará los muelles más allá de la punta de San García. Pero, visto lo visto, el personal se inquieta mientras se pregunta hasta dónde seguirá el puerto siendo un muro interpuesto entre la ciudad y el mar. Por más que nos declaren sus buenas intenciones y nos adviertan de que tendrán cuidado de no acabar también con lo poco que queda.

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