Europa, su futuro y las vacunas

El éxito del modelo de integración europea depende de cómo se canalice el desafío del suministro de vacunas

El inicio del proceso de vacunación en la UE coincidió con una respuesta sorpresivamente contundente a la crisis derivada de la pandemia. Su valiente repuesta se apoyó en importantes estímulos financieros mediante un fondo extraordinario de recuperación denominado Next Generation EU, y un paquete de medidas dando prioridad a la inversión en la transición digital y la transición ecológica. Básicamente se trataba de no repetir los errores de la Gran Recesión de 2008 cuando se impusieron drásticas medidas de austeridad que estrangularon los débiles sistemas económicos de varios Estados, entre ellos España. En su momento estas medidas estimularon un fuerte sentimiento antieuropeo canalizado por los movimientos populistas.

Ahora, la respuesta europea iba en la buena dirección y la decisión de un marco europeo en la adquisición y distribución de vacunas parecía una buena decisión y recibió un fuerte respaldo. Unos meses más tarde, el proyecto presenta graves grietas que amenazan la estrategia europea.

Todo parece indicar que se ha negociado con mucha ingenuidad con las potentes industrias farmacéuticas y no se está garantizando un abastecimiento fluido de antídotos que ayude a potenciar las posibilidades de recuperación y salida de la crisis. La comparación con otros países es demoledora. Los Estados Unidos del Presidente Biden han conseguido una rápida velocidad de vacunación gracias a la garantía de suministros. Israel ha conseguido tasas de vacunación sorprendentes en poco tiempo. Incluso el Reino Unido ha creado una estrategia de vacunación creíble y solvente. Sin embargo, los países de la UE se están encontrando con severos problemas de acceso a las dosis comprometidas de vacunas, así como varias controversias con las compañías farmacéuticas que no parecen haberse cerrado adecuadamente. Varios Estados empiezan a romper el esquema de coordinación. No parece extraño que Hungría, dirigida por un autócrata iliberal, sea el primer país en salirse del esquema europeo buscando la complicidad y asistencia de Rusia, pero lo que sorprende es que otros Estados con fuertes credenciales democráticas, como Austria y Dinamarca, busquen otras estrategias. Aunque pueda parecer exagerado, en cierto modo, el éxito del modelo de integración europea depende de cómo canalice el desafío actual relativo al suministro de vacunas para todos los europeos. Está en cuestión un sistema basado en la solidaridad y la integración. Si fracasa, además del debilitamiento de las instituciones europeas y pérdida de confianza en el modelo europeo, se acentuarán los procesos de renacionalización. La disyuntiva es simple, o Europa, o sálvese quien pueda.

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