Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Estrellas

La importancia de contar con 'Mané' citado en la Michelin radica en su capacidad de actuar como polo de atracción

El otorgamiento de un premio no solo es motivo de alegría y de orgullo para quien lo recibe, sino también para quienes por algún motivo se sienten identificados con los logros ajenos o porque, simplemente, son capaces de empatizar, aun en la distancia, con las personas a las que se les reconocen sus méritos. Es lo que ha ocurrido con la mención lograda en la Guía Michelin de 2020 por el restaurante Mané, un establecimiento que a orillas de la playa de Palmones lleva años sirviendo exquisitos platos de pescado y marisco y colocando al Campo de Gibraltar en un lugar destacado del mapa gastronómico gaditano. Juan Manuel Laza y su equipo son un incentivo cuya estela hay que seguir, una referencia profesional a tener en cuenta, sin que ello signifique ni mucho menos minusvalorar el trabajo de muchos otros profesionales. No hay que ir muy lejos: Manolo Moreno, alma y cuerpo del restaurante El Copo, logró el pasado octubre el collar de la Orden del Maestro Paul Bocuse y también una mención por la dirección de su negocio, en tanto que sus hijas Estrella y Gema obtuvieron la Gold Direction por su gestión. En San Roque, El Guadarnés, bajo la dirección de Luis Miguel Laza, es otro habitual en las guías Michelin y Repsol.

Hay otros muchos establecimientos que todos tenemos en mente fuera del escaparate de los galardones y cuyas elaboraciones no desmerecen en absoluto de las citadas. El hecho de que no figuren entre los recomendados en esas guías puede ser debido a que sus cartas y servicios no encajan en los esquemas marcados en ellas o porque a los responsables de esos restaurantes no les interesa competir en una liga estresante en la que, además de la calidad de la comida, se mide mucho el número de referencias de las bodegas, la calidad de la mantelería o de la cristalería. Ahí está el ejemplo del malagueño Dani García, centrado en nuevos proyectos y que sigue siendo el mismo gran cocinero de antes de haber renunciado a sus estrellas. Como bien apuntaba días atrás en estas páginas Pepe Monforte, la gastronomía se asemeja en este aspecto al mundo de la moda: "Existe la alta costura, que evidentemente va dirigida a una minoría y a gente ilustrada en el tema, y el prêt-à-porter, que es la moda que está dirigida a todo el mundo". Es decir, no hace falta desfilar en París para ser un gran modisto ni elaborar un menú de 180 euros por cabeza para tener un grandísimo restaurante.

Más allá de estas consideraciones, la importancia de contar con Mané citado en la Michelin radica en su capacidad de actuar como polo de atracción para muchas personas que priorizan la gastronomía sobre cualquier otro aspecto de la oferta turística de una zona, de la misma forma que otras dan más importancia a los museos, a acudir a un musical o a una catedral. El turista gastronómico acude a un pueblo o una ciudad motivado por un restaurante del que ha oído hablar, pero a poco que haya suerte se interesará por otros establecimientos de los alrededores y puede que hasta se quede a pernoctar. Al día siguiente desayunará en un bar y quizá se anime a almorzar en otro lugar que alguien le haya recomendado. Si regresa a su tierra satisfecha, esa persona será la primera y mejor embajadora, además de que seguramente regresará sobre sus pasos al cabo de un tiempo. Por todo ello, démosle en esta ocasión a Juan Manuel Laza la enhorabuena como se merece porque su éxito es también el éxito de todos.

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