Todos felices y hartazgo de perdices, que hasta cinco se comieron los de Luis Enrique en un partido que empezó con el signo de fatalidad que ha rodeado al equipo en esta fase de grupos. Al final hasta hubo instantes en los que España era primera de grupo, pero el tercer gol de Suecia a los polacos nos dejaron en una segunda plaza que, visto lo visto en los compromisos anteriores, nos saben a gloria, conque a Copenhague el lunes con Croacia.

Ya digo que hasta la media hora, en que Dubravka, el guardameta eslovaco, nos regaló el primer gol, todo parecía con el sellito gafado de los partidos anteriores. Incluido un penalti errado por Morata y en esos momentos nos poníamos en lo peor, pues lo único que le faltaba a un equipo bajo el síndrome de la falta de gol era desperdiciar un penalti. Sensaciones que no se correspondían con el juego que ofrecía España bajo el mando inconmensurable del recuperado Busquets.

Pero aparte el capitán, hubo un futbolista providencial para que se abandonase la senda del mal fario. Ese fue Sarabia, que intervino en casi todo lo que España produjo en ataque. Con su movilidad y sus roscas envenenadas capitalizó un alto porcentaje de lo que el equipo atacaba. Generó el regalo del meta rival que abrió la lata y estuvo en la mayoría de las maniobras atacantes. Al descanso ya tranquilizaba el espléndido testarazo de Laporte para que luego llegara el disloque.

Lo del segundo tiempo fue la España que todos queremos ver, nadie se quejaba ya del terreno de juego y el fútbol le salía por las botas para que los goles fuesen cayendo en cascada. Al final, un cinco a cero y la efímera alegría de incluso vernos como líderes de grupo para ir a Glasgow en vez de Copenhague. Será junto a la Sirenita donde España se las vea con la Croacia de Modric el próximo lunes, pero tras lo de ayer, el rival da lo mismo y las esperanzas han vuelto a verdear.