España en negro

¿Está España condenada a que, cada tantos años, la asedien los mismos demonios negros, aunque con distinto antifaz?

Lo que sucede en estos días no es tan insólito. Hace, más o menos un siglo, un escritor abrumado por los escándalos políticos y sociales decidió contarlos. Los títulos elegidos ya lo dicen todo: Comedias bárbaras, Romance de lobos, La guerra carlista, Los cruzados de la causa, Gerifaltes de antaño, La corte de los milagros, El ruedo ibérico. Tan negra era la España que salía a relucir en esa larga serie de episodios teatrales y novelescos que se atribuyó la mala imagen transmitida al "espejo deformante" utilizado por su autor. Muchos pensaron que la maliciosa mirada de Ramón del Valle-Inclán solo se empeñó en enfocar un país grotesco y degradado. Es decir, que se trataba de un exagerado artificio literario, una forma de desahogo corrosivo y vitriólico. Pero no, pasado el tiempo, esas obras se han consolidado como uno de los más fidedignos testimonios de la España de la época, expuestos, además, con una expresión logradísima. Aunque no cabía esperar que fueran a resultar además textos proféticos, la España negra retratada entonces, ha persistido un siglo. Aquellas escenas descritas por Valle se repiten en momentos tan tardíos como los presentes. También resulta significativo que otros dos escritores, Gutiérrez Solana y López Pinillos, contemporáneos de Valle, insistieran en resaltar el lado oscuro del país, con la misma capacidad de presentimiento. Lo que narraron sus obras mantiene su vigencia hoy. Tal como ocurre con las pinturas negras y tantos dibujos y grabados de Goya de hace más de dos siglos. Lo cual obliga a replantearse, una vez más, una vieja y más que repetida pregunta: ¿está España fatalmente condenada a que, cada tantos años, la asedien los mismos demonios negros, aunque con distinto antifaz? Sería ingenuo a estas alturas aceptar tal fatalismo cíclico. Pero tampoco puede desecharse que esta recurrencia sea síntoma de algo que permanece en bruto y latente, mientras que otros países han sabido domesticarlo. Por otra parte, por fortuna, aunque es evidente que esta España negra retorna con regularidad, también puede comprobarse que, desde la época de Goya, una larga serie de ilustrados, reformistas, regeneracionistas, noventayochistas y sus herederos han sabido, hartos de la turbia política institucional, luchar para reducir, a su modo, los males de la patria. Quizás ha llegado el momento de que la sociedad civil recupere esas olvidadas tradiciones regeneracionistas, para que se abra paso finalmente una España transparente, sin sombras.

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