Al mismo tiempo que Pedro Sánchez anunciaba el cierre de todas las actividades económicas no esenciales, Guiseppe Conte desde Italia lanzaba la misma advertencia a la Unión Europea. A esta indignación con la Europa protestante se habían sumado Antonio Costas y Enmanuel Macron. "Europa se la juega", ha resumido Pedro Sánchez. Es casi una amenaza, porque el mismo presidente del Gobierno no será capaz de canalizar la crisis social, política y económica que se desatará en España, como en Italia, si Bruselas no se implica en sostener la amplia deuda en que incurrirán los Estados para salvar a sus ciudadanos. Ha sido como una amenaza, pero también es una acción desesperada. Todas las previsiones que hicieron el Gobierno español y el italiano, como los del Reino Unido y el federal de EEUU, han saltado por los aires; es posible que lleguemos esta semana a los mil muertos diarios, una cifra que sería insoportable de no ser porque la muerte es demasiado sólida. No quedan otras acciones que la resistencia de todos durante estos días, el valor de los sanitarios y la confianza en que la resilencia de mayo nos ayude a reconstruir un país, porque con cifras de caídas del PIB de entre cuatro a seis puntos vamos a pasarlo muy mal. España también se la juega y, cuando podamos, cuando recuperemos la calle, habrá que darlo todo.

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