Aver si me entero, Pablo Iglesias defiende el derecho de Cataluña de reivindicar y votar su autodeterminación como ejemplo de democracia, pero un país soberano como Ucrania no puede solicitar su admisión en la UE y en la OTAN, ya que constituye un gratuito ataque a la nuclear madre Rusia.

Para Pablo, por tanto, reaccionar a la intransigencia del Kremlin y sus aspiraciones neosovieticas, en cumplimiento de los tratados internacionales, equivale a servilismo al yankee. Y aportar cuatro cazas, la Blas de Lezo y el BAM Meteoro, como contribución española a la estrategia de disuasión, un ejercicio de beligerancia, propio del fulgor militarista de la Ministra Robles. Tócate los gulags.

Pues eso, que a Pablo le ha salido la vena pacifista; también a Gabriel, y más aún a Arnaldo, que nunca fue el Ghandi de Elgoibar. Cuando Rusia amaga con reforzar sus bases en Cuba o Venezuela, no les escuece tanto. Ya veo en las calles a los Bardem con Willy Toledo.

Pero bueno, dejando a un lado las llamadas de atención de algunos (ya hemos tenido bastante con Garzón), lo cierto es que lo esencial es tener claro cual es la política exterior a seguir, y que la posición del Estado no sufra bandazos. Sea en relación al Sahara, sea sobre al respeto a los derechos humanos en Cuba y Nicaragua, o respecto a los compromisos de España en la alianza trasatlántica.

En este conflicto de Ucrania, obvio es que hay que explorar hasta el infinito la vía diplomática, y que es deseable que se alcance pronto el equilibrio y la solución pacífica. Pero para alcanzar, o forzar, tal diálogo y el entendimiento final, se utilizan elementos de disuasión. Lo hace Rusia con 100.000 soldados en la frontera, y lo hacen los socios de la OTAN, enviando efectivos militares, que es con lo que colabora España. Pablo bien lo sabe, que fue profesor de Ciencia Política y además, muy amigo de las fuerzas disuasorias en la puerta de su dacha particular.

Por eso pongo muy en valor lo que dijo el actual Ministro de Exteriores, José Manuel Albares, "España no se esconde".

Quizá esta crisis geopolítica nos sea lejana, pero España no puede mirar a otro lado, y ha de cumplir sus compromisos, como reivindicaríamos si a nuestra soberanía afectase la intromisión externa. Y no significa que enviar ahora tales buques y cazas al área, equivalga a una posterior participación en un escenario bélico que nadie desea, por supuesto, y que no sucederá, ya que lo que se prevé en el peor de los casos, es la imposición de sanciones.

Mediante la diplomacia se ha de arreglar el conflicto. Aunque quizá para la guerra en el seno del gobierno de coalición ya no valga.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios