Se cumplen ahora cien años del nacimiento de Miguel Delibes y su obra forma ya parte de la Historia de la Literatura. Como suele ocurrir, pues para todo hay gustos y opiniones, los escritores cuentan con seguidores y detractores, generalmente tan fanáticos unos como otros. En la dictadura de pensamiento en que vivimos, nadie se atreve a expresar en público que ha sido incapaz de leer el Ulises de Joyce o que le gusta la prosa de Agustín de Foxá y Dionisio Ridruejo. A Delibes le pasa un poco como a Pla cuando escribe sobre cosas cotidianas o a Manuel Halcón cuando describe las miserias de la clase a la cual pertenecía y que le consideraba un traidor.

La España de Delibes es la de la posguerra y buena parte del pasado siglo. Una España rural que no olvidaba ni podía disimular sus orígenes por mucho que se hubiese trasladado a la ciudad. La llegada de la democracia hizo exclamar a un conocido e ingenioso político que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió. Dicho así es una frase impactante, llena de buenas perspectivas y capaz de generar la ilusión que todo político que se precie sabe vender. Y llevaba razón. Cuatro décadas después España está irreconocible. Autopistas y autovías, tren de alta velocidad, ropa de marca, supermercados con productos europeos, empresas informatizadas… todo lo que se piensa es la modernización.

Desde el punto de vista material, nuestros pueblos y ciudades parecen otros, pero mentalmente no han cambiado tanto. Como dijo Unamuno, los hay que pasean su cuerpo en un coche, en tanto su mente va todavía en carro. La España negra de La mortaja, la misma de Pascual Duarte, sigue presente en el comportamiento pacato de muchos españoles. La visión de la vida con una mente excesivamente rural a veces, como en Viejas historias de Castilla la Vieja, o el cainismo y la necedad urbana de El disputado voto del Señor Cayo, no son cosa del pasado, sino que son fácilmente detectables en el día a día de nuestro país. En lo que sí ha cambiado España es en la educación. No me refiero a los planes educativos, que cambian y empeoran cada año, sino a la educación con minúsculas, la del día a día, la que se recibe en casa. Los personajes de Delibes podrían ser analfabetos, primarios, pero nunca maleducados. En eso sí que ha cambiado España. Hay infinidad de licenciados y ejecutivos prepotentes, imbéciles y maleducados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios