EL cierre del gasoducto del Maghreb por parte de Argelia, en el seno el conflicto diplomático que mantiene con Marruecos, puede traer consecuencias nefastas para la economía nacional. Menos gas llegará cuando más se necesita; será necesario traerlo en buques metaneros con un precio del flete y de la carga disparado, y ante la feroz competencia de Brasil y Asia por adquirir dicho gas licuado.

El precio del gas natural, ya por las nubes por la alta demanda, se nos elevará aún más transportarlo así, y mayor será el coste si el gas viene de países lejanos. Tal alza se repercutirá en el coste de la electricidad para hogares y empresas. A su vez, no es descartable que el sistema eléctrico nacional pueda no tener capacidad, en momentos puntuales para satisfacer las necesidades si no se consiguen los codiciados suministros. Todo está por ver.

Ante esto, esta semana hemos leído como España busca con urgencia nuevos proveedores de gas, como Qatar o Nigeria. Esos contratos los negociaba con sumo arte e incuestionable eficacia el rey emérito, al que se respetaba allende nuestras fronteras, y que conseguía el fin último que era lograr transacciones beneficiosas para España. Quizá recibiera alguna caja de pescado que se caía del camión, pero la ortodoxia en la contratación por las monarquías árabes, era la que era. Todo eso acabó cuando empezó la caza al rey al que empezó a considerársele un descolado mueble viejo, sin valorar todo lo que obtuvo. Ahora a ver a quien mandamos, y si nos reciben.

Y supongo que además, no ha habido tiempo antes de prever la complicada situación con anterioridad, garantizando previamente contratos de suministro esenciales con tales nuevos proveedores.

Estábamos en mandarle ocurrentes tuits a Greta Thumberg y en la transición ecológica.

Que nos coja confesados lo que nos espera. Pero al menos alguna cuestión positiva puede tener para el Campo de Gibraltar el conflicto de nuestros vecinos del sur, y por una vez. Marruecos necesita aún más que nosotros el gas, y cortado el grifo argelino, solo puede llegarle a través del gasoducto del Estrecho, ahora funcionando en sentido inverso, y tras regasificarse en España el gas licuado que traiga vía marítima hasta nuestros puertos.

Es decir, Marruecos nos necesita imperiosamente esta vez, y la primera medida que tomará será el restablecimiento del servicio de líneas marítimas de pasajeros desde la península, cuya suspensión trajo tanto ERE y tanta perdida por estos lares. En el tablero del ajedrez de la diplomacia, al enlace del Estrecho le perjudicó el conflicto con Marruecos por razón del Sáhara, y ahora le beneficia el de este país con Argelia. Más que en el Paseo Juan XXIII de Madrid, parece estar aquí la Escuela Diplomática.

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