La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Escrito en El Elefante

Visto para lo que sirve, se podría escribir sobre los árboles, los pavimentos o el patrimonio sobre rollos de El Elefante

Los árboles de la plaza del Duque se asfixian en cemento, como muchos de otras calles y plazas de Sevilla (casi todo el entorno de la Catedral, Mateos Gago incluida, supongo que para permitir que se pongan más veladores), porque alguien ha decidido que los alcorques chocan con la obsesión por la ciudad plana y porque es conocida la aversión a los árboles de muchísimos sevillanos y de las autoridades, idénticas en este odio sea cual sea el partido al que pertenezcan: la Junta socialista cortó los árboles del Parlamento y San Telmo para que "lucieran" las fachadas como el andalucista Rojas Marcos rapó el Callejón del Agua y la plaza de la Virgen de los Reyes, el socialista Monteseirín cortó los árboles de gran porte de la Avenida para peatonalizarla (¿?) dándose la mano con el popular Zoido, que cortó los de Almirante Lobo para que "luciera" la Torre del Oro, y el socialista Espadas piensa asolar y enlosar (en Sevilla son sinónimos) la plaza de la Magdalena para que "luzca" la fuente. No contentos con crear "plazas duras" endurecen las plazas y calles que gozaban del bien de los árboles o jardincillos.

Red Ciudadana de Sevilla ha tuiteado: "Los alcorques no serían un peligro para peatones si el Ayuntamiento los rellenase de tierra hasta el nivel del pavimento, pero prefiere adoquinarlos/enlosarlos para que los árboles enfermen y luego talarlos. La culpa siempre es del árbol, nunca de estos nefastos gestores". Razonable. Pero en Sevilla decir lo razonable es igual a nada. Razonable es que los alcorques estén rellenos de tierra o cubiertos por cerramientos -recuerden los grandes y bellos de hierro fundido de París- que igualan el suelo, protegen el alcorque de basuras y dejan respirar al árbol. Pues no se hará. Como no se cerrarán con mallas los huecos de los árboles para que no aniden en ellos las palomas. Como no se dejarán de asfaltar las calles del centro histórico (reciente la barrabasada de Alhóndiga) o de enlosarlas con las malditas losas grises y churretosas u otra ocurrencia del arquitecto de guardia.

Todo lo que un servidor, los ecologistas, las asociaciones preocupadas por el patrimonio, algunos ciudadanos voluntariosos o algún arquitecto sensato escriba sobre los árboles, los pavimentos o la degradación de entornos que deberían estar protegidos podría escribirse -visto lo que con ello hacen las autoridades- sobre las 400 hojas en rollo continuo de El Elefante.

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