Cuando estamos presentes, el mundo está verdaderamente vivo. "Inspiración" tiene igual etimología que "inspirar", que significa respirar dentro de nosotros mismos. Son los primeros pensamientos los que proporcionan la energía para la escritura; esos pensamientos que no están obstaculizados por motivaciones de conveniencia social. Chispazos en los cuales la mente se ve alumbrada con un repentino relámpago de genialidad que el censor interno normalmente se apresurará a reprimir. Cito textualmente lo que leí en un libro: "vivimos en el mundo de los segundos y terceros pensamientos, pensamientos a cerca de pensamientos, a dos o tres niveles de distancia de la conexión inmediata establecida por el primer relámpago".

Por más que lo intentara, no concebiría expresarme sin tener en cuenta mi propia experiencia personal y al entrar en contacto con ese primer pensamiento saco las armas de guerrera para registrar todos los detalles de mi existencia y penetrar en ellos hasta el final. No importa si a veces rompo a llorar, cruzo las lágrimas intentando llegar a la verdad de lo que ha provocado la primera chispa del relámpago. Esa suele ser la disciplina que me acompaña cuando me siento delante de la pantalla en blanco con el deseo de hacer germinar, semana tras semana, ese primer pensamiento en esta . Y aunque suelo recurrir al pasado y mirar a corto plazo al futuro, sé que todo me nace del momento presente que es el que verdaderamente me impregna de una energía viva que me lleva.

No sé si algún día llegaré a publicar en otro formato. Estos caracteres semanales son mi escuela de la escritura como práctica. Aprendo a darle mayor confianza a mi interioridad manteniendo a raya a esa otra voz que a veces se pone pesada y me cuestiona para qué sigo escribiendo la columna y si en realidad lo que escribo traspasa cuando alguien me lee. Creo que uno de los principales objetivos de la práctica es ofrecerle confianza a mi propia mente. No sé si algún día escribiré una novela, un libro de cuentos o de relatos, pero por ello, sea o no, no hay razón de no continuar practicando. Mientras tanto, sigo elaborando el compost, término que leí y me gustó: acumulo experiencias y las dejo que se asienten y se descompongan y en esa tierra fértil florecerán las palabras.

El escritor vive dos veces: su propia vida cotidiana y esa otra que vuelve a vivirlo todo por segunda vez recreándose en el detalle y entregándolo.

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