Seguro que usted más de una vez, ha escuchado la frase de que en el Campo de Gibraltar se entra llorando y se sale llorando que traducido resulta que para el personal que viene de fuera, nuestra tierra es un teórico mal destino, pero que cuando después de unos años se tienen que marchar, lo hacen con la añoranza del memorable tiempo que han pasado entre nosotros. Andan los mandamases preocupados porque aquí es difícil reclutar a funcionarios públicos tales como jueces, médicos, profesores o policías para que vengan a ejercer su trabajo, en la comarca. Las dimensiones de este problema son tales que está empezando a ser difícil que un mismo médico te atienda en consulta, más de una vez o que a un escolar le mantengan, una cara de profesor conocida. Hasta incluso se están pensando establecer alguna gratificación especial, para los osados que se atrevan a probar fortuna.

El recurso más fácil, es echar la culpa de todo esto a la imagen horrenda que dan de nosotros los medios de comunicación. Es cierto que el asunto no ayuda y ha llegado a tal punto que muchos de nuestros amigos de fuera, piensan que vivimos en una especie de villa siciliana, esquivando balaceras de los narcos y sometidos a la ley del silencio. Todos tenemos un relato para contrarrestar esta falsedad, pero un obstáculo serio en nuestro argumentario es la dificultad de comunicaciones. En un sitio por el que no se pasa, salvo que te dirijas a África, sería vital contar con buenas autovías, tren rápido de alta velocidad y un aeropuerto cercano. Aquí sólo podemos aspirar a un sucedáneo de tren moderno que te pone en Madrid en 5 horitas y media. Viajar en él es una experiencia religiosa. Para entrar en el vagón, tienes que sortear un foso, en los andenes de Algeciras. Viniendo de Madrid, pasas rápido por Ciudad Real, Puertollano, Córdoba, pero ¡Ay!, cuando llegas a Antequera, viene el cambio de vía y la máquina diesel. Ahí sientes la discriminación con los ciudadanos de otros lugares, pese a pagar los mismos impuestos. Para colmo en el gráfico de viaje que ponen en las pantallas, aparece como final de trayecto, en negrillas: ¡Gibraltar!. La maldita Renfe, no sabe ni que existimos. Bueno, tienen un detalle evocador para con los viajeros de Algeciras. Cuando se abre algún lavabo, el vagón huele al colector de Jacinto Benavente en marea baja. Mientras no despertemos, la fuerza que la comarca tiene en Madrid, sólo da para sucedáneos y nunca tendremos ni una autovía a Cádiz, ni un AVE, en condiciones. Eso sí, montoncitos de traviesas, los que quieras. El que viva, lo verá.

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