Enfermedades globalizadas

La globalización y el comercio siempre han favorecido la expansión de las enfermedades

Los que pasamos de la cincuentena hemos sido testigos de cambios tecnológicos y sociales que antes podrían tardar siglos. Que la Tierra es un espacio en el que todo el mundo tiene que ver con lo que ocurre, no solamente a su alrededor, sino en los lugares más apartados es algo tan cierto como el cambio climático. Son cifras objetivas que no dependen de una valoración personal, sino que se pueden medir y anotar. Que se tarda menos en ir desde cualquier provincia a la capital desde que existen autopistas y trenes de alta velocidad es algo obvio que no admite discusión.

Estos cambios crean un ámbito en el que se necesita una gran capacidad de adaptación, a veces con excesiva rapidez. Actualmente no es posible vivir sin ser alcanzado por alguna innovación tecnológica, tanto que a ciertas edades le dan a uno ganas de decir como Miguel Delibes que el mundo deje de girar un momento que yo me bajo. Y la verdad es que dan ganas de bajarse, sobre todo cuando el progreso parece más bien un retroceso que nos esclaviza y no nos hace más felices.

La facilidad y la frecuencia con que cualquier ciudadano se desplaza por el mundo nada tienen que ver con los fines que perseguía el Grand Tour británico. Con la misma facilidad que un joven iba desde su pueblo natal a la capital de provincia, puede viajar hoy a los países más lejanos y exóticos. Y la globalización y el comercio siempre han favorecido la expansión de las enfermedades. Letamendi decía que las enfermedades son de lo más antiguo y somos nosotros los que nos enteramos de que existen. Nada más cierto. Siempre ha habido un mal endémico que ha llegado a lugares donde era desconocido. En su tiempo fue la lepra, tras el contacto con América la sífilis, más tarde las grandes epidemias de peste, en el siglo XIX la tuberculosis y en 1918, la pandemia de gripe que unos llamaron sin fundamento la gripe española y en España fue conocida como Belmonte, por lo bien que mataba.

Superadas ciertas enfermedades infecciosas por los nuevos tratamientos y la vacunación, a principio de los ochenta del pasado siglo surgió el sida, más tarde el carbunco, la gripe aviar, la enfermedad de Lyme, el ébola y ahora toca el coronavirus. Nada nuevo bajo el sol, únicamente que las expectativas depositadas en los avances científicos y tecnológicos nos hacen perder perspectiva y el exceso de información se encarga del resto.

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