Ha habido un cambio importante en relación con la forma en la que la mayoría de la población se relaciona con el fenómeno del cambio climático. Hace algún tiempo solo los sectores de la población con cierta sensibilidad ambiental eran conscientes del proceso de degradación de las pautas climáticas ocasionado por los efectos derivados de la emisión de gases de efecto invernadero combinados con la destrucción de ecosistemas valiosos que contribuían al equilibrio ecológico. Posteriormente se fueron incorporando otros grupos de la población que sin ser necesariamente ecologistas tenían acceso a informes científicos o a medios de comunicación solventes que iban publicando datos, informes y lanzando poderosos mensajes de advertencia a la población. Después, se unieron los grupos que constatando los efectos económicos perjudiciales del cambio climático se percataron, por su propio interés, de la necesidad de modificar y adaptar determinadas estructuras económicas y finalmente, se unieron aquellos que comprendieron que afecta y amenaza las condiciones de bienestar y seguridad de nuestros modos de vida.

En la actualidad, prácticamente toda la población del planeta es testigo directo en mayor o menor medida de los estragos del cambio climático y ha sufrido o visto muy de cerca sus efectos. Por supuesto, siempre habrá una minoría negacionista que rechaza la evidencia científica y la constatación fáctica. No obstante, los efectos del cambio climático son tan visibles y demoledores que no cabe margen ya a la duda o la inacción.

En España, las olas de calor se expanden con una fuerza devastadora, los incendios se multiplican asolando los territorios, los embalses casi vacíos anuncian las dificultades futuras y las cosechas disminuyen en terrenos agrícolas desertificados. Parece evidente que las políticas internacionales de reducción de gases de efectos invernadero no están funcionando y no se conseguirán resultados de mitigación ni a corto ni a medio plazo. es necesario una decidida política de adaptación en todos los niveles. Por ejemplo, parece claro la necesidad de un cambio radical en la política del agua que se gestiona como si tuviéramos ese recurso en abundancia. Planificación urbana, gestión de territorio, fundamentalmente el costero, políticas de salud, planificación de horarios, una fuerte inversión en estrategias de prevención y medios de intervención en incendios forestales y recuperación de territorios quemados, etc. Son ámbitos donde deben tomarse medidas urgentes. Si no se puede luchar contra el cambio climático hay que adaptarse antes que nos devore.

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