¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

ETA, lo que callamos

En el asunto de ETA la izquierda española no estuvo siempre en el "lado bueno de la historia"

El décimo aniversario del final de la actividad terrorista de ETA ha dejado un sabor a esparto. Fundamentalmente porque ha demostrado hasta qué punto la izquierda postetarra sigue siendo capaz de inocular su veneno en la conversación nacional. Uno de los mayores fracasos en este asunto ha sido la incapacidad de la sociedad española de, como se dice ahora, articular un relato sobre lo que sucedió en aquellos años. Y no ha sido capaz porque no se ha atrevido a mirar al fondo de ese pozo negro que es el País Vasco contemporáneo. Para hacer historia, para mirar al rostro de los muertos, hay que tener un mínimo de valentía y de eso falta mucho tanto en la universidad como en los medios de comunicación.

Por ejemplo, nadie se atreve a reconocer que ETA es un hijo tarado del antifranquismo, que como tantos otros movimientos de descolonización (ellos se consideraban eso) era una mezcla del nacionalismo aranista con marxismo-leninismo autoconsciente y explicado reiteradamente. Sobre el supremacismo etarra se ha hablado mucho, pero poco de su condición roja y utópica, de su anticapitalismo y de los muchos apoyos que tuvo en la izquierda española e internacional, entre ellos el de un dramaturgo recientemente fallecido, Alfonso Sastre, amargamente llorado por el boletín oficial de la progresía ibérica. El de Sastre no fue ni mucho menos un caso aislado. Aún hoy, hemos visto a Pablo Iglesias ensalzar el papel histórico de ETA (y llegó a vicerpresidente). En el tema del terrorismo vasco, la izquierda no estuvo siempre en el "lado bueno de la historia".

No pretenden estas líneas, sin embargo, tapar la labor realizada por el PSOE contra ETA (lo que le costó algunas víctimas) o el trabajo desempeñado por elementos de la izquierda vasca democrática en la resistencia civil. Pero estas cosas hay que recordarlas, como que la gran mayoría de la derecha apoyaba el franquismo o que los GAL y otros amagos de guerra sucia siempre contaron con la simpatía generalizada de la población, tal era el hartazgo ante la carnicería. El de la derrota de ETA fue un relato mucho más complicado y sucio del que nos quieren hacer creer ahora los cúrsiles de los relatos oficiales. Junto a mucha heroicidad y grandeza, hubo traiciones, equivocaciones, asesinatos, ridiculeces, miedos, injusticias... Pero ganamos. No desperdiciemos ahora la victoria.

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