El único elemento tranquilizador de la alianza de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos es que Quim Torra se opone. Aún hay esperanzas de que Pedro Sánchez haga de este quilombo inicial un Gobierno de orden. El molt honorable president de la Generalitat, Torra el Pedorreta, está amenazando a Esquerra Republicana con una declaración de traición, y es posible que lo consiga. Fueron Gabriel Rufián, con sus 155 monedas de plata, y la fugada Marta Rovira, con sus llantos de hiperventilada, quienes terminaron por convencer a Puigdemont de que siguiese adelante con la declaración de independencia. Y fue ERC la que impidió que Miquel Iceta presidiese el Senado. Esquerra es un partido complicado, mañana sus bases deben decidir si se quedan con Puigdemont o se dejan embelesar con los cantos plurinacionales de Pablo Iglesias. El líder de Podemos ya intentó esta conjunción con ERC en las semanas previas al referéndum del 1 de octubre de 2017, cenó con Junqueras en casa de Roures después de los atentados de Las Ramblas y, poco antes de este verano, le ofreció a Rufián la cabeza de Borrell por ser el más españolista del Consejo de Ministros. Esta vía de diálogo es compleja y peligrosa, un partido de Gobierno con una gran mayoría se la podría permitir, para uno tan minoritario sólo serán unos meses de estabilidad.

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