Cambio de sentido

Diarios

Vale un Perú la escritura más íntima, la diarística y epistolar, de poetas, artistas pensadores o novelistas

A propósito de la publicación de los diarios de Patricia Highsmith, me ha dado por venir hasta aquí con la escalerita del Ikea y bajar de la última balda del armario la caja de los cuadernos en los que, desde pequeña, me escribo. Esas hojas no tienen, al menos en principio, más destinatario que una misma, que va mutando y a la vez permaneciendo a lo largo del tiempo, que va siendo y dejándose decir con la mayor y la primera de las libertades, que es la de ser quien se es y estar como se está en lo más íntimo de cada momento. Es delicioso, doloroso, divertido, ternísimo, revelador, acudir a las páginas donde fui. Y peligroso: aquella muchacha de ayer, en su insolencia, puede soltarle dos frescas a la señora de hoy. Incluso (eso sería terrible) la mujer de ahora podría sentir que ha traicionado a la niña indócil que fue. En todo caso, en los diarios íntimos descubrimos cómo nos contamos -e incluso nos mentimos- a nosotros mismos, cómo tocamos el cielo y cómo nos quebramos en mil pedazos contra el suelo. Cómo, además, transitamos de las certezas a las que nos aferrábamos de adolescentes a las dudas -y el valor de sostenerlas- en la edad adulta; cómo, conforme pasan los años, pasamos de la narración de hechos significativos y lo que nos hicieron sentir, a lo reflexivo, lo onírico y lo simbólico, o cómo sin quererlo brotan hitos que marcan un antes y un después, a partir de los cuales nada vuelve a ser igual.

No hace falta que escribamos nuestro propio y torpe diario para reconocer que vale un Perú la escritura más íntima, la diarística y epistolar, de poetas, pensadores, artistas o novelistas. Principalmente la de aquellos cuadernos o misivas que no nacen escritas para la posteridad y los ojos ajenos -en estas últimas se corre el riesgo de la voluntad de estilo y de querer ser quien se supone que una es-. Los diarios que más valoro son los auténticamente íntimos, esos en los que una autora o autor, después de haberlos escrito sólo para sí, entiende que ahí hay hallazgos de vida, pensamiento o estilo que merecen ser dados a la luz. "Hablo como en mí se habla -escribe Pizarnik-. No con mi voz obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he cesado de morar en el bosque". Eso es.

¡Qué no daríamos por leer el texto que Lorca confió a Philip Cummings y que tuvo que devorar el fuego! Quienes buscamos con hambre "unas pocas palabras verdaderas" (don Antonio dixit) encontramos el maná en los mejores diarios.

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