Tierra de palabras

Detrás de las lágrimas

Todos nuestros supuestos problemas son oportunidades para crecer y cambiar

Detrás de cada lágrima se abren dos posibilidades: hacer de la vida un valle de ellas o por el contrario descubrir, no sin cierto asombro, que detrás de cada una se encuentra un inesperado aprendizaje. Cuando se siente un dolor, mejor acudir al silencio más que pregonarlo. Y cuando ese silencio te lleva a un estado de relajación, es entonces el momento de preguntarse de qué forma he contribuido a ese problema que ahora me daña, qué necesito saber de esto que sucede, y quizás una de las cuestiones más importantes: qué aspectos de mi vida necesitan un cambio. Entonces vuelves a tu rutina y dejas que las emociones se asienten porque no siempre son momentáneas las respuestas a este tipo de preguntas. Ya lo dijo Lao-Tse: "El viaje más largo comienza con un paso".

Algo ilusorio y poco recomendable es pretender que el dolor desaparezca en un instante. Si ha llevado su tiempo para que aflore a la superficie, también llevará su tiempo para que se desvanezca. Además, la honestidad juega un papel muy importante en todo este tipo de frecuencias ya que, si de un plumazo quiero que desaparezca sin haberle dado su espacio y su cura, se colará por algún resquicio dejando un registro que tarde o temprano dará la cara cuando menos se espera. Hay que saber cerrar bien las heridas.

Ojalá pudiésemos comprender esto que digo: que todos nuestros supuestos problemas son oportunidades para crecer y cambiar y que la mayoría de ellos proceden de nuestros actos y pensamientos.

Hace unos días fui por primera vez al cine desde que se desencadenó la pandemia. Y me estrené con el documental que recoge la entrevista que Jordi Évole hace a Pau Donés pocos días antes de su muerte. Vuelvo a la frase de Lao porque el viaje más largo Pau lo empezó con un primer paso. Y digo Pau como podría decir otro o yo misma. La peculiaridad es que ese primer paso hacia la muerte estaba lleno de lucidez.

La entrevista creó una profunda intimidad entre el reducido número de asistentes que podía palparse en el ambiente. A pantalla completa, con toda su grandeza y su crudeza, asomando la muerte. El deterioro de un hombre que sin apenas fuerza celebraba su vida.

Salí silenciosa de la sala. Al entrar en el coche lo primero que hice fue quitarme la mascarilla, abrir la ventana y oxigenar la emoción acumulada. Detrás de las lágrimas despuntaba la luz de la enseñanza.

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