Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Desmemoria

Lugar de Memoria Histórica en una casa de los jesuitas, orden religiosa que fue cinco veces disuelta

La verdad no siempre es verdadera. Todo lo que se lee en el texto es rigurosamente cierto. "Esta casa, entonces propiedad del Estado, fue sede de la Delegación Militar Gubernativa de Orden Público, siendo utilizada como prisión por los sublevados entre julio y noviembre de 1936". La placa de este denominado Lugar de Memoria Histórica de Andalucía se encuentra en la sede que la Compañía de Jesús tiene en Sevilla, entre las calles Trajano y Jesús del Gran Poder. Muy cerca del lugar donde estaba el despacho desde el que Queipo de Llano emitía sus vomitivos partes de guerra y justo enfrente, porque el terror en este país es un camaleón que cambia pronto su piel, de donde tenía su consulta el coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos en la que dos etarras lo asesinaron el 16 de octubre de 2000.

Lo que choca y molesta de esta placa es precisamente su afán aparente por no molestar, su tono aséptico y funcionarial para reivindicar la memoria "de las víctimas de la represión franquista durante la Guerra Civil y la Posguerra".

Los dueños del edificio, pertenecientes a una orden religiosa fundada en 1534 por Ignacio de Loyola, no han colocado ninguna placa que explique al transeúnte las cinco veces que la Compañía de Jesús fue disuelta y sus miembros expulsados del país. Por eso el edificio era propiedad del Estado, en aplicación del decreto de disolución de la Compañía de Jesús del 23 de enero de 1932 firmado por Manuel Azaña como presidente de la República. Antes los jesuitas habían sido expulsados por Carlos III (1767), el general Riego (1820) y confiscados sus bienes en las desamortizaciones de Mendizábal (1835) y Madoz (1855).

El decreto de Azaña es la punta incruenta de un iceberg de crueldad absoluta, una persecución religiosa que según el informe del obispo Antonio Montero que cita Paul Preston en El holocausto español se saldó con 6.832 sacerdotes o miembros de órdenes religiosas asesinados o ejecutados durante la guerra civil. España sería un país mucho más inculto sin los jesuitas, en esta misma sede nace el Cine Club Vida donde se dan a conocer las nuevas tendencias del cine europeo. Alberti y Juan Ramón estudiaron en sus aulas de El Puerto. Su expulsión fue, en palabras de la profesora Roca Barea, una parábola "sobre la destrucción del progreso en nombre del progreso". La memoria incompleta no vale.

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