Dos españoles han sido rescatados casi a la vez del exilio histórico en el que permanecían arrumbados junto con los otros cientos de compatriotas que forjaron el deslumbrante pasado del Imperio español que la mayoría ignora y muchos desprecian. Ante la irónica sugerencia de S. Abascal de que bien podrían los cineastas españoles llevar al cine la vida del almirante Blas de Lezo, un guionista manifestó en la alfombra roja de los Goya: "Si Vox quiere que hagamos una historia sobre un conquistador demediado pues que la hagan ellos. No nos da la puta gana hacerlo". Además de su zafiedad, el invitado evidenció un pobre conocimiento de Blas de Lezo ya que pocos personajes le facilitarían tanto su labor como quien fue uno de los mejores estrategas de la historia de nuestra Armada haciendo que el pabellón español ondeara triunfante por todos los mares del mundo durante medio siglo XVIII. El diletante historiador remató su vileza calificando al marino de: "conquistador demediado", en alusión al singular aspecto que le confirieron sus numerosas heridas de guerra (un ojo tuerto, un brazo lisiado y una pierna amputada). Una inoportuna e hipócrita mención a sus taras anatómicas en una ceremonia en la que se tuvo a gala reivindicar -incluso premiándolas- toda clase de discapacidades físicas o mentales. El otro español "recuperado" por la actualidad ha sido Hernán Cortés, el conquistador del Imperio Azteca y el fundador, de facto, de México (antes, Nueva España), pero no para ser homenajeado con ocasión del quinto centenario de la llegada de los españoles a Mesoamérica sino, más bien, por todo lo contrario: el ocultamiento de la efemérides por unos acomplejados políticos progres empeñados en desfigurar nuestra historia plegándose a las tesis de quienes quieren proyectar una imagen negativa de la conquista de América, sin considerar que, tal como se sugiere al final de la película "Apocalypto" (de Mel Gibson), serán los barcos españoles que llegan al Golfo de México los que llevarán la civilización a unas tierras sumidas en el caos y la barbarie.

Mientras que los americanos con tal de engrandecer su historia, serían capaces de convertir en leyenda hasta la prosaica tarea del palafrenero del caballo de G. Washington, los (modernos) españoles desconocen -gracias a nuestro genial sistema educativo- que Francisco Pizarro y los "trece de la fama" conquistaron el Imperio Inca; que Núñez de Balboa fue quién dio nombre al Pacífico; que Ponce de León en su búsqueda de la "fuente de la eterna juventud" encontró lo que más se le parece: Florida, o que fue el religioso agustino Andrés de Urdaneta quien, usando la corriente de Kuroshio, acortó sobremanera el tiempo del "tornaviaje" que llevaba desde Filipinas a Acapulco el "galeón de Manila". ¡Cuántas historias... que esperan ser contadas!

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