Deriva autoritaria

¿Para qué gobernar, para qué gestionar, si un gobernante puede limitarse a fingir que hace algo sin hacer nada?

El sueño húmedo de todo político que ocupa el poder es gobernar con un estado de emergencia permanente, con un Parlamento maniatado y dividido, con un poder judicial debilitado y con una población arruinada y obligada a aceptar las ayudas económicas del Estado. Pues bien, el gobierno de Pedro Sánchez ya lleva un año asentado en esta envidiable realidad. Si ahora se amplían los plenos poderes y la policía puede entrar en los domicilios -con la excusa de que se están celebrando fiestas ilegales,- y si encima se nos obliga a llevar mascarilla en cualquier sitio y en cualquier circunstancia, el poder intimidador de ese gobierno adquiere proporciones de novela distópica. Es para echarse a temblar.

Un gobierno así sabe que puede hacer lo que le dé la gana -repito: lo que le dé la gana- porque ni la oposición ni la judicatura ni la población van a oponerse ni van a rechistar. Y más aún cuando el manejo obsceno de los medios de comunicación -sobre todo las televisiones- convierte la acción gubernamental en un simple capricho de la propaganda. ¿Para qué gobernar, para qué gestionar, si uno puede limitarse a fingir que hace algo sin hacer absolutamente nada? ¿Y para qué perder el tiempo tomando decisiones -que siempre son arriesgadas-, si basta con levantar sutilmente la ceja, a la manera de un mafioso en una comilona, para amenazar con ejercer los poderes de excepción contra todos los que se atrevan a llevar la contraria? ¿Ven qué fácil resulta todo? Eso sí que es la utopía soñada por cualquier político.

Y así estamos. Mientras pasamos la Semana Santa encerrados en nuestras provincias, los ministros y capitostes se buscarán cualquier excusa para tomarse unas vacaciones en cualquier parte del país, en Doñana, por ejemplo. Y mientras seguimos viviendo angustiados por la crisis económica, ellos nos amenazarán con multas cuantiosas si no llevamos la mascarilla, y nos acusarán de ser poco menos que terroristas o agentes infecciosos o peligrosos saboteadores. Y por si fuera poco, nos recordarán que vivimos en un estado de emergencia y que nuestra única obligación es callar y obedecer, igual que en los tiempos de Franco. Y así, sin que nos demos cuenta, cada día nos acercamos más a un Estado autoritario en el que los derechos individuales estén limitados o incluso anulados por completo. Maravilloso.

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