cuchillo sin filo

Francisco Correal

Derechos televisivos

MI infancia son recuerdos de un Madrid que se paseaba por Europa ganando títulos. Era el madridismo de mi padre, aunque la palabra etimológicamente venga de madre. En mi casa, y en la de todo el mundo, no había televisor, ni siquiera en blanco y negro. Con todo lo que ha llovido desde entonces, uno se siente coetáneo de los dinosaurios. ¿Derechos televisivos? Eran dos palabras de las que no se tenía mucha noticia. Cuando fui ganando en juicio y criterio y me incorporé a la iconografía paterna de los merengues, mi padre me contó la histórica y épica rivalidad con el Barcelona, que había vivido tiempos de gloria con el refuerzo de unos gladiadores húngaros que habían salido huyendo del terror estalinista.

Digo esto porque parece que la distancia abismal que existe entre el Madrid y el Barcelona y los demás equipos sea un asunto reciente, una secuela de los pingües dividendos de los derechos televisivos. El abismo, si existe, es muy anterior, de cuando España no era 17 autonomías, sino dos equipos de fútbol y dos maneras de ver el mundo. Todos aspiran a arrebatarle ese cetro, como el sueño de todo atleta de Surinam o de Curaçao es conseguir un oro en las Olimpiadas. Es justa la rabieta, pero el enfoque me parece totalmente erróneo. La culpa, en todo caso, no sería de la televisión, sino de los dinosaurios.

José María del Nido ha abanderado a un grupo mixto en el hemiciclo del fútbol. En las antípodas ideológicas de Tardá o Erkoreka, su toque de arrebato contra el oligopolio del balompié es un calco de la rebelión de las minorías contra el acuerdo suscrito entre PSOE y PP de reformar la Constitución para fijar un límite al déficit. Hasta en las empinadas cuestas del Angliru donde se impuso el cántabro Juan José Cobo, junto a los apellidos de los ciclistas, aparecían pintadas contra esa reforma y peticiones de un referéndum. Y encima al PSOE no se le ocurre otra cosa que sustituir en los carteles del 20-N al barcelonista Zapatero por el madridista Rubalcaba.

Como Barça y Madrid con los títulos, PSOE y PP son estadísticamente los que ganan todas las ligas electorales. Tienen detrás de sí a millones de votantes a los que ningunean los partidos con cuotas de poder equivalentes a un Teresa Herrera o a un Colombino. Para terminar de rizar el rizo, habría que poner en valor los derechos televisivos de las sesiones del Congreso de los Diputados. Las del Senado tendrían el seguimiento de una fase previa de la Copa Libertadores. En esta metáfora del fútbol y la política, la palabra-insignia es partido. Del partido único y el único partido se pasó a la multiplicación de los panes y los peces y a un supuesto Termidor del bipartidismo.

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