Aprovechando el viento a favor de España 82, el Corte Inglés ideó una campaña publicitaria en la que jugadores de la selección española promocionaban trajes de caballero de una determinada marca mediante el temerario procedimiento de jugar al fútbol con ellos puestos. Así veíamos a Gordillo haciendo tackling con traje de ejecutivo, a Quini rematar de chilena con una americana de doble botonadura y a Arconada dibujar en el aire una palomita con un estiloso blazer. Aunque resultaba chocante ver ejercitarse a los futbolistas como si fueran modelos de pasarela no podíamos ni imaginar entonces que lo harían mucho peor con la indumentaria deportiva en aquel mundial de infausto recuerdo. A decir verdad, solo se me ocurre un futbolista tan elegante como para poder haberse dado el gusto de jugar vestido de esmoquin: Franz Beckenbauer. Talentoso mediocampista del Bayern de Múnich, pronto destacó por su extraordinaria visión de juego, su precisión en el toque y por ocupar una novedosa posición el campo, la de líbero. Jugaba delante de la defensa, sin responsabilidad de marcas, aportaba en el repliegue defensivo y era el encargado de dar salida al balón conectando con el medio campo y convirtiéndose en el principal artífice de la creación de juego de su equipo.

Siempre parsimonioso y con la cabeza levantada se asemejaba a un general dirigiendo sus tropas en la batalla, de ahí el apelativo Der Kaiser (El Emperador) por el que todos le conocían. Tenía 20 años cuando debutó con la selección en el Mundial de Inglaterra en 1966. Alemania (Occidental) llegó a la final que perdió frente a los anfitriones en la prórroga gracias a un gol fantasma (entonces no existía el VAR). Fue el motor de su equipo, lo designaron el mejor joven del campeonato y marcó cuatro goles.

Hubo que esperar al Mundial de México 1970 para ver a Beckenbauer convertirse en leyenda por su actuación en uno de los mejores partidos de la historia del fútbol, la semifinal con Italia. Los italianos marcaron a los ocho minutos y resistieron el asedio de los germanos hasta el minuto 90, en el que estos lograron el empate. Al inicio de la prórroga, una dura entrada del capitán italiano Faccheti le luxó la clavícula a Beckenbauer. Alemania ya había hecho los dos cambios y a pesar del dolor, el káiser se empeñó en seguir jugando con el brazo en cabestrillo. En media hora de vértigo se marcaron 5 goles, acabando 4-3 para los italianos que, desfondados, serían presa fácil para Brasil en la final.

Alemania, con Beckenbauer como capitán ganaría el siguiente Mundial celebrado en el país german,o imponiéndose a la Naranja Mecánica de Cruyff, quien dijo de él: "Es el futbolista más valioso al que me he enfrentado… Un jugador ofensivo que juega en la defensa".

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